La Nación
COLUMNISTAS

Muros de Berlín

Al caer la tarde del 9 de noviembre de 1989, hace exactamente 25 años, los berlineses empezaron a derribar el muro que los había separado durante 28 años; aquel “muro de la vergüenza” que había sido levantado a causa de una ideología intolerante justo cuando acababan de salir de otra y, que hasta ese momento, consideraban imposible de tumbar.

Santiago Montenegro nos recordaba hace poco que la caída del muro de Berlín no significó el triunfo del capitalismo sobre el comunismo sino que, como lo dijo el filósofo Karl Popper, lo que cayó con el muro fue la última de las grandes filosofías de la certeza, “aquellas que pretenden conocer las leyes que determinan el curso de la historia y conciben a la sociedad como una estructura totalizante y cerrada, en las cuales el individuo está subordinado a un sistema, Estado, partido o tribu”. En esas sociedades sus líderes creen saber con certeza qué es lo que les conviene a todos y los errores que hay que corregir.

En contraposición a ellas, la sociedad abierta concibe a la naturaleza humana como incierta, cree que nadie tiene las soluciones a todos los problemas, entiende que pueden tomarse decisiones eventualmente equivocadas y está organizada de forma tal que es posible corregirlas. Por eso promueve y valora la crítica, la deliberación, la libre expresión, la diversidad y la tolerancia.

El ex presidente checo Václav Havel –que sufrió los horrores del comunismo en carne propia– señala que Popper en su obra ‘La sociedad abierta y sus enemigos’ criticó aquellos intentos de querer cambiar al mundo por completo de un momento a otro basados en alguna ideología preconcebida que presume entender todas las leyes del desarrollo histórico. Ese patrón de pensamiento y comportamiento sólo puede conducir a un sistema totalitario. Con razón Friedrich Nietzsche dijo “desconfío de todos los que poseen sistemas y huyo de ellos. La voluntad para un sistema es falta de integridad”.

Hace poco Juan Carlos Henao, rector de la Universidad Externado, dijo en la ceremonia de grados de la Universidad de los Andes que la educación usualmente forma al ser humano bajo el manto de la seguridad o certeza y no bajo el manto de la incertidumbre, que es en realidad la que marca el camino de los seres humanos y para la que debemos estar preparados. Henao afirmó creer en que “la libertad está más ligada a la incertidumbre en tanto forma al ser humano para el desprendimiento, mientras que la seguridad está más ligada a la sumisión al suponer temor frente al cambio de lo que se tiene y se ha logrado”.

Berlín es hoy una ciudad cosmopolita ejemplo de tolerancia. A sus múltiples parques y zonas verdes a orillas del Spree llegan en bicicleta o en transporte público alemanes, musulmanes, judíos, negros del África subsahariana, hipsters y extranjeros a disfrutar de un asado, una cerveza o de un rato de lectura al aire libre. En los muros de Berlín relucen ahora obras de arte urbano o callejero. Es una ciudad en vía de reconciliarse con sus múltiples demonios.

¿Cuándo comenzaremos en Colombia a derribar los muros que nos dividen? Los de la indiferencia, la exclusión y la intolerancia ¿Creemos que es posible acabar con el conflicto armado y las vergonzosas desigualdades? ¿Somos conscientes de los sacrificios que ello supone?

@MateoTrujilloS / www.mateotrujillos.blogspot.com