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‘¡Necesitamos una oportunidad!’ 1 5 mayo, 2024
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‘¡Necesitamos una oportunidad!’

‘¡Necesitamos una oportunidad!’ 7 5 mayo, 2024
Humberto Trujillo Salazar y Martha Rodríguez Olarte construyeron un hogar con tenacidad y trabajo, en medio de la oscuridad. Hoy piden una oportunidad laboral.

Humberto Trujillo Salazar es un laborioso neivano, que en medio de la total oscuridad, se enamoró y construyó una familia con Martha Rodríguez Olarte, una tolimense criada en Bogotá. Los dos son personas en condición de discapacidad visual, pero esto no fue impedimento para que con su trabajo y luz interior sacaran adelante a sus cuatro hijos, que afortunadamente no heredaron sus problemas visuales.

Humberto y Martha iniciaron su relación hace cerca de 25 años. Él vivía en el barrio Boyacá Real, en la capital de la República, a donde se trasladó desde muy joven para recibir capacitación integral para afrontar su discapacidad, ante la ausencia de esta formación en su natal Neiva.

Humberto se capacitó en Bogotá en el Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos (Crac). Allá aprendió movilidad, braille y matemáticas básicas. Martha estudió la primaria en el Instituto Colombiano para Ciegos. En una fiesta se conoció con Humberto y desde entonces nunca más se separó de su lado.

“Me enamoró su forma de ser. Él era muy sencillo y muy decente. Tiene sus contratiempos pero es una buena persona”, recordó Martha. Ambos laboraron fuertemente para construir su hogar. La tarea no fue fácil pero lo consiguieron.

Martha crio a sus cuatro hijos mientras su esposo trabajaba. Aprendió a reconocerlos por la voz y el tacto. Ella recuerda que vivieron en arriendo en habitaciones y en apartamentos pequeños y que sus hijos Fredy Humberto (22 años), Javier Alexis (20 años), Maicol (17 años) y Duván (15 años), así como otro niño que ella también crio, no tenían permiso para jugar en las calles, porque para ellos era muy difícil protegerlos en espacios en los cuales no se podían desplazar con comodidad.

“Si ellos hacían travesuras y habían más niños les echaban la culpa a ellos. Por eso tenía que tenerlos en un solo lugar”, recordó la mujer.

Humberto es un neivano trabajador y abnegado. En Bogotá laboró en distintas compañías. Con la empresa El Príncipe trabajó durante nueve años empacando pollos, en un cuarto frío. Lamentablemente la compañía se quebró y él quedó desempleado. Sin embargo, logró ubicarse nuevamente en una compañía en donde permaneció durante siete años, también como empacador, en un cuarto frío. Este año tuvo que retirarse por los constantes quebrantos de salud.

Drama

En julio pasado Humberto y Martha regresaron al Huila junto a sus dos hijos menores, porque los mayores ya conformaron sus respectivos hogares. Humberto está muy enfermo de una pierna, como secuela de los largos años en los que trabajó en cuartos fríos de cárnicos, en donde se desempeñó durante muchas horas para mantener a su numerosa familia.

Los intensos y constantes dolores en su extremidad inferior lo obligaron a buscar el refugio y el calor de su natal Neiva. La familia llegó a una humilde casa en el sur de la ciudad, en donde habita la familia materna de Humberto. Sin embargo, aquí no han logrado encontrar una oportunidad laboral.

La preocupación es evidente. Ambos anhelan trabajar lo más pronto posible y evitar depender de sus familiares. Con tristeza aseguran que en Neiva no existen programas gubernamentales de acompañamiento a las personas en condición de discapacidad ni las empresas han asumido la contratación de este sector de la sociedad, como una política de responsabilidad social.

En Neiva su hijo menor valida el bachillerato, mientras el otro hace los trámites para ingresar al Ejército Nacional. “Estamos buscando un trabajo con urgencia. No hemos podido engancharnos en nada. Fuimos a la Alcaldía de Neiva para buscar el apoyo de la canasta familiar que se entrega en Bogotá a todos los discapacitados, pero aquí no tienen ese programa, porque la población es muy reducida”, aseguró Humberto.

“Nos mandaron a donde una oficina para la discapacidad, pero allá nos dijeron que no podían hacer nada por ayudarnos. Nos pidieron las hojas de vida y las llevamos, pero hasta ahora no ha salido nada. Nos entregaron unos formularios para acceder a vivienda, pero para estos programas no hay prioridad para los discapacitados, sólo para los desplazados”, aseguró Martha.

“Yo también trabajé hace muchos años con el Instituto para Ciegos, como empacadora de guantes. Yo puedo cuidar a un bebé o niños en un jardín infantil. También puedo trabajar como empacadora. Puedo hacer lo que sea. Si fui capaz de criar a mis cuatro hijos, más un niño mayorcito, puedo ayudar a más niños. Necesitamos trabajar”, aseguró Martha con preocupación.

¿Políticas públicas?

Martha no permite que nadie entre en una improvisada cocina que le acondicionó su familia. Si un cuchillo o un plato se lo mueven de su lugar, ella no puede cocinar. Se desplaza con agilidad entre los pasillos de la casa, traslada agua, prepara los alimentos y lava su losa. No tiene límites en su desarrollo familiar ni personal.

Martha cree que falta incorporar al desarrollo de Neiva políticas públicas para la atención de las personas en condición de discapacidad. Ella reitera que aún están en su etapa productiva y necesitan la oportunidad de que crean en su talento. “A veces es muy difícil porque la gente no cree. Pero sabemos que podemos hacerlo. Queremos la oportunidad de trabajar”, puntualizó.