Por: BBC Mundo.
Tan abundantes eran los jambatos negros en los Andes del norte de Ecuador, que cuando uno caminaba por allí había que tener cuidado de no pisarlos. Así lo relata en sus crónicas un célebre científico español que exploró la región a finales del siglo XIX.
Para los niños, estos sapos de vientre anaranjado brillante y dorso negro azabache, eran compañeros de juego. Para sus padres, un antídoto eficaz contra un cúmulo de enfermedades: servían para curarles el “espanto” a los pequeños, para tratar verrugas y erupciones cutáneas e incluso para aliviar el dolor de cabeza.
Pero hace tres décadas comenzaron a desaparecer. La población de Atelopus ignescens mermó a tal punto que los científicos lo dieron por extinto, hasta que David Jailaca, un niño campesino de 10 años lo encontró.
El niño lo encontró en un pueblo remoto cinco horas al suroccidente de Quito. Gracias a su hallazgo, los investigadores volvieron a la zona y rescataron a una colonia fundadora genéticamente viable de 45 individuos. Y, ahora, por primera vez, lograron reproducir a esta especie en cautiverio.
Este hito constituye un paso crítico para garantizar la supervivencia de esta especie, amenazada por el cambio climático, la pérdida de hábitat, la introducción de especies foráneas, y la enfermedad provocada por el hongo quítrido que está aniquilando a los anfibios en todo el mundo.
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