Este lunes vencía el plazo para que los estadounidenses que aún no lo hicieron contraten un seguro de salud en el marco de la reforma clave y polémica impulsada por el presidente demócrata, Barack Obama, que le costó una caída de la popularidad a cerca de 40%.
La ley, que permitirá a más de 40 millones de estadounidenses que no poseían cobertura médica finalmente suscribir una, implica un cambio drástico en el sector de la salud en el país y será probablemente el mayor legado de Obama en cuanto a política doméstica.
Luego de un lanzamiento catastrófico, en el otoño boreal pasado, del sitio en internet en el que los ciudadanos debían registrarse hasta este lunes, el retraso prácticamente quedó compensado y las inscripciones se aceleraron para superar los seis millones de adhesiones la semana pasada, según la Casa Blanca, una cifra cercana a la meta inicial de siete millones para el 31 de marzo.
Con los problemas técnicos persistentes del portal en internet, todavía se desconocía la proporción de jóvenes que se habían inscripto, dato no menor dado que éstos son determinantes en la balanza de la reforma, para equilibrar los gastos generados por ancianos y otras personas con enfermedades graves.
Una autoridad de la Casa Blanca aseguró que 27.000 personas trabajaban arduamente repartidos en 8.600 centros de salud comunitarios para ayudar en los procesos de registro.
La aprobación de la reforma fue objeto de interminables batallas entre demócratas y republicanos, ferozmente contrarios a la reforma, y los oficialistas temen que esta ley tenga un costo político para las próximas elecciones de medio mandato, en noviembre.
Un reciente sondeo reveló que Obamacare sigue siendo impopular, con sólo 41% de los interrogados de acuerdo con la reforma, contra 53% que se oponían a ella.
Mientras tanto en las filas políticas, el 72% de los demócratas la aprueba, contra 8% de los republicanos.