La Nación
COLUMNISTAS

Ochocientas páginas al viento

No sé en cuánto se incrementaría el costo de estos tres años de conversaciones cuyo origen ya se está extraviando de la memoria, con el incierto aporte académico, que ni el nombre tiene claro la opinión, para dilucidar la etiología del llamado “conflicto” colombiano. Hoy, con sede principal en La Habana. Ni siquiera sabemos qué tantos delegados están disfrutando de las playas de Varadero y de la Plaza del Che. El pueblo sospecha que pasan de cien.  De todas maneras, es posible que medios y delegados, demoren el resto del año intentando leer la “contribución” de la selección de académicos. No decimos asimilando, porque un documento que habla de todo, no termina diciendo nada y nada hay que digerir. Es sospechoso, que en el afán de buscar en el laberinto de responsabilidades al Estado para limpiar al grupo terrorista, se haya olvidado el que puede ser el gran eslabón de la cadena infinita de causas y culpables:  La naturaleza humana. Se olvidó a Freud. Las neurosis obsesivas compulsivas, pulsares de la agresión entre humanos. O sea, la condición del sujeto terrorista, que encontró las selvas, los territorios intrincados de las tres cordilleras y toda la geografía de Colombia, aptos para esconder  los designios de ensangrentar al país, aprovechando los restos de ese sí conflicto con nombre propio, el liberal-conservador de los años cincuenta. Una conspiración para aplicar en estas tierras, lo que no pudieron en otras naciones: Una guerra sin causa original.  Era poco lo que se podía esperar para descifrar la historia de parte de quienes solo conocen la cátedra que busca a toda costa causas de la pobreza, explotadores y víctimas, buenos y malos. Que no aprendieron que la ideología es enemiga de la ciencia y el conocimiento.

   Hasta Coffi  Annan, precedido por gringos, alemanes, rusos, los Castro, Chávez y Maduro, la lista es larga, ha sido traído para “respaldar” la paz de La Habana. Pueda ser que a Santos no se le ocurra llevar a la mesa de negocios a este ex – Secretario General de la ONU;  sería un atentado contra su salud síquica. Los señores farianos, son capaces de envolver varias veces al planeta con su lengua eufemística, reiterativa, torcida y narcótica. El discurso mamerto adormece como un tóxico venenoso.  Ya estamos viendo languidecer en sus años maduros a un hombre capaz y vigoroso como De La Calle, en el interminable experimento electoral y desleal de Santos. Y todo lo anterior, olvidando que la “soberanía” como principio, impide que una minoría ínfima reemplace la voluntad popular.