La Nación
Pobres en vías de extinción 1 25 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Pobres en vías de extinción

Nada apaga la codicia infinita de los cacaos internacionales, ni la de los nacionales. Lo confirma la ONG Oxfam: “El 1% más adinerado del planeta se quedó con el 66% del aumento patrimonial y el 99% tuvo que repartirse el tercio restante”.

Por esa codicia, se equivoca Stephen Hawking: la inteligencia artificial no destruirá la raza humana, destruirá a los pobres. Sobrevivirán los codiciosos, los cacaos de la tierra, los dueños de los robots, sus más sofisticados medios de producción. Los utilizarán para reemplazar a los des-afortunados y ensanchar sus patrimonios. Para volverlos inservibles, “irrelevantes” afirma Yuval Harari.

Los pobres de la tierra ya no servirán para nada, ni siquiera para trabajar. Los robots lo harán por ellos con mejor desempeño, mayor producción a menor costo, sin problemas sindicales, sin conatos de rebelión. Satisfarán mejor su infinita codicia.

Un robot periodista redactará mejor las noticias de su periódico. Uno dermatólogo diagnosticará con mayor eficacia la naturaleza de un extraño lunar. Un médico robot inspirará mayor confianza por tener todos los conocimientos programados en su memoria. Una inteligencia artificial le escribirá interesantes novelas para satisfacer su placer de lector. Un vehículo inteligente les será mucho más confiable. Quizás construirá aviones inteligentes para deshacerse de pilotos humanos. Sus empresas seleccionan hoy empleados a través de la inteligencia artificial, selección más eficaz que las hecha por psicólogos.

Un pobre en el futuro tampoco servirá para el mercado, la otra importancia social del capitalismo. Desplazado del trabajo por los robots, no poseerá ingresos necesarios para consumir. No serán buenos clientes, los algoritmos le habrán dado de baja.

Si no lo necesita para el trabajo, tampoco para el mercado, entonces: ¿para qué sirve un pobre en el futuro? Como en todo organismo vivo: lo que no sirve, desaparece; sin función alguna, caduca. Los cacaos sólo almacenan lo utilizable. Almacenan esclavos, campesinos, obreros, empleados, funcionarios, políticos, por usables. Los usan como herramientas de trabajo para ensanchar el lucro; herramientas humanas para trabajos físicos, manuales, sucios; instrumentos para generar confort. Y, para todo eso, existirán los robots con su inteligencia artificial.

Los cacaos de hoy como los de ayer, y los de antes de ayer, y los de hace diez mil años, son infinitamente codiciosos. Únicos especímenes avaros sobre la tierra. Sólo les interesa acumular fortunas. No han superado la enfermedad humana, la degradación del chimpancé. Difícilmente la superarán. “La bebida apaga la sed – afirmaba Plutarco -, la comida satisface el hambre; pero el oro no apaga jamás la codicia”.