Rodolfo Valderrama
Indudablemente, el proceso de vacunación tiene sus riesgos y dificultades, especialmente en países de bajo desarrollo como el nuestro, problemas no atribuibles a deficiencias propias de la vacuna, ya que históricamente han tenido efectividad de más del 80%, efectos secundarios superables de menos del 20% y graves o mortales ínfimos, digamos menos del 1×1.000. Desafortunadamente pese a que tenemos un país maravilloso, en muchos aspectos, presentamos varias deficiencias no siempre reconocidas, asociadas a la irresponsabilidad, negligencia, indolencia, tolerancia o intolerancia de muchos; esto ha caracterizado otros procesos, recordemos el caso del cierre y detrimento patrimonial por mas de 3 años de 30 clínicas creadas por Salud-coop, varias reabriertas por fuerza mayor en la pandemia; la destrucción y pérdida de millones de vehículos y motos en los llamados patios de tránsito por negligencia gubernamental; el caso del sistema carcelario programado para rehabilitación, actualmente centro de promoción y extensión del delito, o el terrible caso de impunidad por personas muertas o desfiguradas por perros de raza potencialmente peligrosa, pese a rígidas y buenas intenciones del código de policía, la tolerancia e indolencia no han permitido la inscripción obligatoria de caninos para que sus propietarios respondan civil y penalmente por los perjuicios.
Las dificultades de dicho proceso están ocasionadas por la distorsionada percepción de la población en lo referente a efectividad de la vacuna o sobre los efectos secundarios, también por prejuicios políticos, religiosos, de etnias, etc. Este desconocimiento se manifiesta en altos porcentajes de rechazo, reportados por encuestas del DANE, 45% promedio nacional, el Huila 48%, peor aún, la ESE Carmen Emilia reportó que de los llamados para la vacuna solamente se habían presentado 30%. Entonces considerando el promedio nacional, de los 35 millones previstos para vacuna, solamente lo harían alrededor de 18 millones, algo gravísimo teniendo en cuenta la proyección de población de 50 millones; claro que con agresivas campañas educativas y algunas acciones que actualmente obligan indirectamente a la vacuna, podría mejorarse la situación pero no sería suficiente.
Como no tenemos un régimen autoritario tipo China donde existen sanciones penales, no podemos hablar de vacunación obligatoria, pero tratándose del riesgo que no solamente lo tiene quien rechaza la vacuna, sino también quienes lo rodean, sería razonable aplicar muchos mecanismos indirectos adicionales para inducir a quienes rechazan la vacuna a cumplir con este compromiso colectivo. En algunos estados del coloso del norte es obligatoria la vacuna para matricularse en planteles educativos; sin violar la constitución podríamos pensar en múltiples acciones para exigir el certificado de vacunación, es el caso de cobrar subsidios, pensiones, obtener pases de conducción, créditos, ingreso a grandes centros comerciales, estadios, etc; pero una cosa piensa en el pueblo (el burro) y otra su dirigencia (quien enjalma).
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