La Nación
¡26 años para celebrar! 1 26 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

¡26 años para celebrar!

Francisco Argüello

Periodista Revista Semana

 

 

Fue una relación fugaz, un noviazgo efímero planteado al comienzo que terminó en matrimonio, en relación estrecha desde hace más de diez años con LA NACIÓN con poca –o nula– opción de separación, al menos de esta parte. Era una pareja esquiva que no quería explorar. Estaba en la radio, en Inrai, cuando Ricardo Ariza, jefe de redacción, tocó al teléfono. Proponía trabajar a su lado, escribir, analizar. Y hacerlo sin rodeos. Reinó el miedo, la angustia, el temor de defraudar a un público que podía leer y juzgarme sin compasión por mi poca experiencia a mis 24 años. Escribí un informe cada quince días, tedioso, confuso, lleno de cifras, datos –algunos repetidos–, otros indignos de ojear sobre homicidios y suicidios en el Huila.

Enviaba por correo un texto extenso, con pocas fotos que, seguramente confundió o envejeció (por la editada) a Heber Zabaleta Parra. Jamás una crítica, nunca un comentario, menos un ataque.

La radio tardó poco. La familia Charry cortó el noticiero que realizábamos titánicamente  junto a Jaime Arbeláez. Se habló de celos, asuntos comerciales y hasta censura en mi contra, pero no importó.

Encantado –además de agradecido con Los Charry (me hicieron un favor)– terminé sentado, de espalda a la puerta principal, en LA NACIÓN. Areiza, de jefe; Zabaleta, de editor, y yo de reportero junto con una decena de colegas. Todos distintos, con ambiciones y sueños diferentes. Escribía informes especiales, o lo que se me antojara. Los jefes lo permitían.

Entre las historias periodísticas de Ricardo, la sensatez de Heber, el apoyo y admiración de Fernando Polo y Lucho Hernández y otros tantos que olvido, empecé mi carrera en el periódico.

Vinieron informes, crónicas, historias. Y claro: investigaciones, reclamos, tutelas, denuncias por injuria y calumnia que por fortuna capoteamos muy bien. Escribía contra alcaldes, gobernadores, concejales, diputados y el que bandido se atravesara. El caso Tigsa, el desfalco de regalías, los videos escándalo, entre los múltiples temas que escribía. Areiza y Zabaleta apoyaban. Jamás dijeron no, ni se opusieron.

Jesús Oviedo –algunas veces– se enteraba cuando abría la prensa, aunque casi siempre llamaba a pedir temas de portada al caer la tarde. Nunca he preguntado, pero seguramente se sonrojaba y hasta se preocupaba. En su periódico, de su propiedad, atacamos con argumentos a cercanos, a sus amigos, que seguramente le enfrentaban en el Club Campestre un domingo o a través de una amarga llamada. Heredó más de un enemigo a causa de nuestros escritos, pero no le importó. Jamás un reproche, nunca un ataque. Y menos censura. “Señor Argüello, ¿tiene todas las pruebas?”, preguntaba. Cuando escuchaba el sí, escasamente respondía, perfecto. Y colgaba. Oviedo –quienes no le conocen– no habla más de dos minutos al otro lado del cable.

Esta receta es la que le ha permitido a LA NACIÓN sostenerse en medio de múltiples crisis, ganarse el respeto de sus lectores y no fracasar. No son momentos fáciles para la prensa en Colombia, pero este diario –con el que convivo matrimonialmente desde hace más de diez años y donde conservo una columna de opinión los lunes cada ocho días– se seguirá conservando, seguramente apuntándole a unas ayudas de quirófano: la web y las redes, este nuevo mundo del que no podemos escapar y que Claudia Marcela Medina conoce muy bien.

 

No son momentos fáciles para la prensa en Colombia, pero este diario se seguirá conservando, seguramente apuntándole a unas ayudas de quirófano: la web y las redes.