La Nación
José: más de 30 recaídas en las drogas y luego el SARS-Cov 2 1 26 abril, 2024
NEIVA

José: más de 30 recaídas en las drogas y luego el SARS-Cov 2

El covid-19 tocó la puerta del hogar de paso de José, en Neiva. El temible virus mortal también amenaza a por lo menos 100 indigentes que optaron por continuar en las calles durante la pandemia.

huila@lanacion.com.co

José Eliu Perdomo ha dedicado su medio siglo de vida, principalmente, al consumo de sustancias psicoactivas y al trajinar por las calles de Neiva, ha intentado tantas veces dejar la adicción que ya perdió la cuenta, pero asegura deben ser más de 30.

En su última batalla fue sorprendido por la pandemia de covid-19, desafiante, una vez más, no creyó en lo que se decía del letal virus hasta una mañana en la que ya no podía respirar.

De La Libertad a las calles

Nació en Neiva y hasta cuando tuvo techo vivió en el barrio La Libertad, se graduó de bachiller a los 45 años de edad, nunca se casó y no tiene hijos, pero añora con encontrar una compañera sentimental.

“Durante más de 30 años no hice nada,  solo fue tiempo desperdiciado”, resumió.

En realidad, fue mecánico automotriz hasta que probó las sustancias psicoactivas, a los 18 años de edad, después ya no regresó al barrio por “consideración” con su familia. “No podía compartir con ellos en ese estado en el que me encontraba, en los talleres donde trabajé conocí el ‘perico’ y poco a poco me fui degenerando. Resulta y acontece que la marihuana no es tan degenerativa como el bazuco, eso fue lo que me llevó a la calle”, recordó.

Luego no le daban ganas de trabajar, cuidar de sí mismo y solo quería consumir: “transformó completamente mi vida, mi ser, mi mente y no me importó nada más”, dijo.

“Herramienta del diablo”

José achaca su caída en las drogas al hecho de no tener una persona que lo guiara y por problemas familiares, se “desorbitó”, primero consumió marihuana, después ‘perico’ y por último bazuco, esta última es la adicción más fuerte que está intentando superar desde hace 15 años.

“La droga es una herramienta que el diablo ha utilizado para que la mente de las personas que la consumen cambie totalmente”, analiza.

José aceptó en varias ocasiones acogerse a procesos de desintoxicación por agradar a su familia mas no porque quisiera realmente dejar el consumo; esta vez, asegura, lo hace por iniciativa propia.

Es la tercera ocasión que está en la Casa del Habitante de Calle en Neiva, adscrito a la Secretaría de la Mujer, Equidad e Inclusión de la Alcaldía Municipal.

“Estoy totalmente dispuesto a ponerme pilas porque, bueno sí, yo sé que soy el culpable de todo, nadie más, y a mis 50 años, con esta nueva oportunidad que Dios me brindó, sé que no quiero llegar a viejo durmiendo en un andén”, dice mientras se santigua, besa su mano y apunta al cielo.

El distanciamiento físico y social por cuenta del coronavirus hace que sea más complejo sobrellevar  el síndrome de abstinencia, por eso a personas como José se les permite visitar a sus familiares siguiendo las debidas medidas.

“Ahí fue cuando me preocupe´”

En cuarentena cada vez que tenía pico y cédula salía  a visitar a su papá, a algunas amigas en el corregimiento El Caguán y frecuentaba el Coliseo, lugar dispuesto para indigentes en tiempos de pandemia; pero no era consciente del alto grado de contagio y la calle, que fue su hogar por años, ahora es su amenaza. Nunca imaginó que durante este nuevo proceso también debería enfrentar el extraño virus de covid-19.

No sabe con exactitud dónde ni cuándo contrajo la enfermedad, pero acepta que la falla fue de su parte al no seguir todas las directrices sanitarias. Al comienzo no presentó síntomas y se rehusaba a aceptar  que fuera un caso positivo del virus del que habla el planeta entero.

“Cuando me dieron esa noticia tan lamentable, yo no me quería ir de acá, pero sabía que tampoco podía quedarme porque iba a infectar a los demás”,  dijo.

Fue hasta cuando vio a varias personas con trajes especiales, cubiertos de pies a cabeza, dispuestas a llevarlo en ambulancia hacia una clínica, cuando se comenzó a preocupar.

“Estaba muy asustado, dije ‘esto es en serio’  y me encomendé a Dios. Me encerraron en una capsula y luego en la clínica estuve 13 días solo, algo que fue bastante desagradable”, continuó diciendo.

Durante el distanciamiento físico le hizo mella la ansiedad y el no poder desarrollar oficios. Antes de llegar la pandemia, en el albergue se desempeñaba como panadero y caminaba largas jornadas entregando pedidos, “me cargaba 50 panes por la mañana y 100 en la tarde, me iba de casa en casa ofreciéndolos y promocionando la fundación para que nos apoyaran, siempre activo, por eso me dio tan duro hacer nada”, detalló.

También sintió miedo al ver que en los noticieros presentaban escenas de pacientes en estado crítico y porque en general las emisiones están “atestadas de covid-19”, dijo, y agregó que ello preocupa más a la comunidad.  “Yo tuve dolor de cabeza todos los días, habían unos donde me alarmaba, pero confiaba en Dios, él  a veces permite que nos sucedan cosas para que nos acerquemos a su presencia”.

José logró recuperarse y continuar luchando contra la adicción, pero sus familiares no se enteraron que contrajo la enfermedad sino hasta el pasado jueves. “En un principio no les comenté, pero ellos sí comenzaron a sospechar porque yo no volví, me preguntaron y me tocó mentirles, sin embargo luego opté por contarles todo en frente cuando ya estaba curado”.

“Yo tengo que darle gracias a Dios y a la Casa de Apoyo,  a todas las personas que nos han socorrido en la calle. La mejor opción hoy en día es buscar la palabra de Dios, tener fe”.

“No es solo dejar de fumar, sino cambiar nuestras actitudes”

Cinco años después de haberse sometido a un proceso de desintoxicación en la Casa Habitante de Calle, Duberman Rincón Díaz salió libre de adicciones y ahora se dedica a las ventas informales, y a darle ánimos a quienes apenas están arrancando el proceso de superar las drogas.

Durante la cuarentena la necesidad lo ha empujado a recorrer las calles vendiendo escobas, traperos y bolsas para la basura. Ahora cuando está completamente recuperado, analiza que “el hecho no es solo dejar de fumar, sino cambiar nuestras actitudes, desarrollar virtudes y forjar nuestro carácter. Las drogas acaban con todo, quitan la fuerza de voluntad, la autoestima y se pierden los valores”.

Tolima, como le dicen sus amigos por ser oriundo de El Espinal, estuvo 25 años en condición de indigencia en sus épocas de juventud y ahora tiene 62 años de edad.

En las jornadas de trabajo de los últimos días los neivanos se han tornado más solidarios con su trabajo, destacó. “Con esta pandemia la gente está cambiando, nos respetan más. Yo creo que todos después de esto debemos ser más honestos y buscar a Dios”.

Buena plaza para los habitantes de calle

Neiva es considerada una buena plaza para la población sin techo que, se estima, supera las 300 personas. La Administración Municipal dispuso de un albergue transitorio con alimentación y profesionales de salud, al que han acudido 277 personas, pero de ellos solo permanecen 100.

“Ya se está activando la economía y en muchas partes les brindan comida todos los días, es decir no tienen que sufrir por la alimentación, y en el microcentro les dan monedas  o pagan por desarrollar algún oficio, eso lo utilizan para el consumo –de sustancias psicoactivas- diario”, indicó Heidy Cardozo, directora de la Casa del Habitante de Calle.

Las tres personas en condición de indigencia que dieron positivo para covid-19 ya se recuperaron. Dos permanecen en clínicas debido a otras patologías, informó la Directora.