La Nación
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Álvaro Gómez Hurtado y la religión

Si las exaltadas generaciones de los años ochenta, a cambio de arrojar de la Universidad Nacional al maestro y catedrático Álvaro Gómez, en uno de los actos de censura e intolerancia tan frecuentes en la academia pública, Secretarías de Cultura y demás entes oficiales, a nombre de la izquierda revolucionaria, seguramente no estarían hoy tan sorprendidos por el curso del Siglo XXI. Ese personal privilegiado y ya ceniciento que aun rinde culto al materialismo histórico, a la dialéctica, a Marx, Stalin, a los momificados Lenin, Castro y Chávez, no serían perturbados por el anuncio que hace Maduro a Venezuela de colocar su gobierno del “Poder Popular” en manos de La Providencia, el Dios descartado por Marx desde la era victoriana. Tampoco por la polución oriental de guerras religiosas, o por las masacres Chiís y Sunnitas. Al acercarse los veinte años del asesinato del profesor, es bueno indicar, así sea sumariamente, la vigencia de temas que fueron de su predilección:

   Hubo edades en que el hombre desconfió de sí mismo, guardó la cultura en los monasterios, consideró lo humano algo pasajero, todo era para Dios. Es fácil deducir que Álvaro se refería a la Edad Media. Entre otras cosas, fue el medioevo, más que los españoles, lo que llegó a nuestro mundo prehistórico precolombino. Tal, la era álgida del teocentrismo. Algo contrario sucedía para la época del perverso atentado. El vértice del tiempo, para la segunda mitad del siglo XX, indicaba un hombre confiado en su poder, capaz de acabar con todas las enfermedades, de obtener el progreso permanente, la ciencia total; los viajes a la Luna y la conquista del espacio, junto con el anunciado triunfo final del socialismo para liberar al hombre, mostraban un desalmado homocentrismo, sin religiones opresoras. Pero el misterioso tiempo, sin descifrar por la ingeniería cuántica, ahora nos trae de nuevo en pleno siglo XXI, al otro vértice del reloj: No todas las enfermedades son curables, especialmente las del alma. La naturaleza humana, no se libera de su lado oscuro, su aprecio por el odio y la guerra. Un estadio de fútbol, fácilmente despierta la hemofagia. Se hizo evidente que las ofertas de liberación, resultaron ideologías oprobiosas y más tiránicas. El socialismo resultó el peor de los experimentos. Álvaro no pudo concluir su conferencia sobre la cultura, por acción de las balas; pero dejó su profecía lista para salir en una cátedra que acuciosos rescataron de sus grabaciones. Es paradoja que hoy muchos digan del regreso al medioevo: Proliferación de sectas, fanatismo teñido de religión. Ciclo cerrado.