La Nación
COLUMNISTAS

Cada cual con su disfraz

Acaba de pasar la noche de Halloween la fiesta de los niños: unos disfrazados con todos los juguetes y otros a duras penas maquillados, pero igual de felices. Llegó el Halloween y significa que se está acabando el año y no se hizo nada. No se reformó la justicia, que va de mal en peor, no se reformó la salud que sigue en cuidados intensivos. Los campesinos andan disfrazados de agricultores, pero siguen llevando del bulto. También se disfrazaron miles de jóvenes estudiantes y salieron a pedir dulces, con el pecho descubierto, para “evidenciar la situación de desnudez que vive la educación en materia de recursos económicos”. Las estudiantes enseñaron los senos y cosenos, pero desafortunadamente el gobierno pasa por la tangente y no soluciona nada.  Hay que aumentar los cupos mejorar la infraestructura y la calidad de la educación pública; o si no vuelven y nos rajan en las “Pruebas Saber”. Los indígenas se disfrazaron de guerreros y salieron armados con el bastón, a pedir tierras, rechazar la minería ilegal en sus territorios y que por favor los saquen del conflicto.

También aprovecharon la ocasión la clase dirigente para disfrazarse: Gustavo Petro disfrazado de alcalde ecuánime y conciliador. Oscar Iván Zuluaga disfrazado de Uribe, y quien desenfrenadamente gritaba: “triqui, triqui, Halloween quiero a Santos para mí y si no me lo dan, chuzo voy a dar”.  No faltó quien se disfrazó de terrorista, menos mal que no habían torres de la energía, ni oleoductos por ahí cerca.  El expresidente Álvaro Uribe se disfrazó de mago. Se disfrazaron de conejos y conejas: Luis Carlos Restrepo, Andrés Felipe Arias, María del Pilar Hurtado y Sandra Morelli; quienes le hicieron conejo a la justicia y desaparecieron como por arte del mago.  Los negociadores de la Farc, no se quedaron atrás y celebraron su Halloween, disfrazados de turistas revolucionarios; ojalá les quede gustando, para que no se devuelvan para el monte a echar plomo, sino que se vayan para Bogotá a echar lengua y a probar la mermelada. Definitivamente Colombia es un país de diabéticos con máscaras a gran nivel.  
El futuro de Colombia son los niños; un dulce no basta, debemos darles mejores posibilidades.  Para eso se necesita un país en paz. Hagamos un esfuerzo histórico; a ver si un día no muy lejano podamos salir todos sin disfraz, sin miedo y  que los niños campesinos reclutados por la Farc no se sigan disfrazando de guerrilleros y que puedan disfrutar de tan anhelada paz.