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Como conocí el Muro de Berlín

Conocí el Muro de Berlín, quince días antes que este fuera derrumbado por un sorpresivo estallido popular en la República Democrática Alemana. Vivía en esa época en Praga, la capital de la República Socialista de Checoslovaquia, donde trabajaba como miembro del Consejo de Redacción de la Revista Internacional, donde me dieron refugio después de las continuas amenazas contra mi vida y la de mi familia por haber sido electo en dos ocasiones diputado de la Unión Patriótica a la Asamblea del Huila. El 26 de octubre de 1989 viajé en tren desde Praga hasta Berlín, acompañado de Luis Eduardo Rojas, un tolimense que estudiaba psicología en la universidad Carolina y quien a la sazón era el presidente de la Asociación de Estudiantes Colombianos en Checoslovaquia.

El 26 de octubre pernoctamos en Berlín Oriental, en casa de un colombiano, también con nacionalidad chilena, refugiado de la dictadura de Pinochet. El 27 atravesamos el muro en la famosa Puerta de Brandemburgo para asistir a un encuentro de estudiantes colombianos con motivo de los preparativos de los 500 años de la llegada de los españoles a América. El paso de la parte oriental fue demorado por las tres barreras de guardias con formularios e interrogatorios que debían cumplirse. En la parte occidental sólo había un retén donde nos pidieron el pasaporte, la visa y el motivo del viaje, nada más. Lo primero que nos recibió en Berlín Occidental fue un hermoso parque con las estatuas de Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo. Eso me recordó las críticas que estos dos socialistas alemanes le habían formulado al proyecto comunista de Lenin, por autoritario y extremista.

En mis días de estadía en Berlín, ya los alemanes del este tenían abarrotadas las embajadas en Praga y Budapest. Pero nadie sospechaba que dos semanas después, el muro de Berlín junto con el régimen comunista se caería permitiendo la reunificación alemana y contribuyendo a la caída de los partidos comunistas en el poder en el resto de países de la Europa Oriental. En realidad algunos partidos comunistas como el húngaro, e incluso el de la URSS, realizaron desde adentro las transformaciones de regreso a una sociedad de mercado y un régimen político de democracia liberal. Fue un proceso transicional pacífico y ordenado donde no hubo muertos
La caída de los regímenes comunistas en la Europa Oriental no se debieron a que fueran sociedades con pleno empleo y donde la educación, la salud, la vivienda y la recreación, fueran gratuitas, costeadas por el Estado. Se debieron a la ineficiencia del régimen económico con la estatización completa de todos los medios de producción y una planeación centralizada de arriba abajo que nunca operó bien. Quizá lo más odioso para los ciudadanos fue el régimen político de partido único al que llamaron “dictadura del proletariado” pero que en realidad era la dictadura de la alta burocracia de los Partidos Comunistas. Los análisis que hice en el libro “Encuentro de Dos Mundos” me absuelven de más comentarios sobre estos hechos.