La Nación
COLUMNISTAS

El agua es vida

El cambio climático que afecta a Colombia desde hace varios meses, que cada día es más impactante, tendrá que ocupar la atención del Gobierno Nacional, Departamental y Municipal por un tiempo indeterminado. Y es que no puede ser de otra manera.  A nadie escapa que el fenómeno tiene dimensiones  cósmicas y sus consecuencias pueden llegan a lo impredecible. Aunque sobre el particular se han escrito páginas completas desde hace años, no  ha sido posible que la Presidencia de la República y las  cámaras legislativas adopten y pongan en marcha políticas públicas, una normatividad que encauce al país por la vía de la protección del ecosistema en función del cambio climático. Y todo pese a que como se tiene sabido desde siempre el agua vale más que el oro, el agua es vida, sin ella no hay ningún tipo de vida. A todo debe sumarse la falta de una cultura ciudadana que se plasme en el uso racional, moderado, del precioso líquido que tomamos y manipulamos desde que comienza y hasta cuando termina cada día de nuestra existencia. Otro factor que nos debe llevar a la reflexión  es la deforestación de nuestros parques y bosques con el pretexto de sembrar y  cosechar productos alimenticios para el consumo de los pobladores en grandes, medianos y pequeños centros que los demandan y requieren para su nutrición. Nunca hay una compensación entre el daño que se genera por el derribamiento de los árboles y la reposición de los mismos. Este ecocidio va hasta el daño irreparable que lleva a la reducción de los cauces de los ríos, quebradas y humedales. Y como si nada nos bastara en esta carrera de la muerte, hay que hacer alusión a la explotación minera, a la generación de combustibles fósiles, en defecto de energías alternativas como la eólica. Es inaplazable propender por un equilibrio entre el desarrollo y la protección de la naturaleza. Con la fabulosa diversidad que tiene el suelo colombiano, no podemos seguir siendo tan indolentes e insensibles. De los nuevos gobernantes debemos demandar decisiones dirigidas a una política especial para la Colombia rural y campesina. El posconflicto puede ser un buen pretexto para que miremos hacia una nación con la política agraria que hemos aplazado hace centurias. Una invitación última es a los padres de familia, a los docentes, a los líderes espirituales a los empresarios, para que llamemos a todos nuestros semejantes a hacer uso racional del agua.
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