La Nación
COLUMNISTAS

El voto obligatorio

Antes iban a las ramas ejecutiva y legislativa los más ilustres y virtuosos personajes de la comunidad. Era un lujo el espectáculo de sus inteligencias brindado en el escenario democrático.

Ya no tenemos en el frente de batalla a esos varones auténticamente superiores, en quienes se sumaban las más ricas virtudes de conductores políticos, con gran capacidad dialéctica, que proyectaban sus opiniones sobre los distintos temas de interés nacional con plena autoridad.

En los tiempos actuales, la mayor parte de la clase dirigente sobrepone sus apetencias personales y de grupo para saciar su voracidad.

En teoría constitucional, se ha sostenido que con el voto se consolida la verdadera democracia, porque así todos los ciudadanos habilitados para sufragar podrán decidir en los destinos de Colombia, escogiendo acertadamente a sus legisladores y gobernantes. No podemos pasar por alto el elevado índice de abstencionismo que se presenta en las diferentes elecciones que se realizan en nuestro país, no obstante que la Constitución Política señala que el voto es un derecho y un deber ciudadano.

Pero resulta un hecho alarmante que más de la mitad de los colombianos habilitados para sufragar no lo hagan., echando por la borda las posibilidades de participar en las decisiones democráticas, cediéndoles todas las oportunidades a los manzanillos que mantienen sus clientelas y sus votos amarrados.

Empero, ya está comprobada la desidia de los colombianos que ha conllevado a que los puestos de mando, queden en las pocas manos de los politiqueros y de unos cuantos advenedizos y “voltearepas”, quienes en la actualidad andan vendiendo, endosando, regalando o transifiriendo electores, como si estos fueran mercancías, borregos, manadas o recuas a favor de las dos precarias candidaturas que quedaron vigentes para el mes de junio..

No le demos más vueltas al asunto y luchemos porque el Estado modernice sus mecanismos de control electoral.

Los colombianos comunes y corrientes, los que votan de manera independiente y espontánea, los que no tienen contratos con el gobierno, los ajenos a los grandes negociados, los que no dependen de ningún político, los que abominan de las “chuzadas, de las trincas o mangualas” y del burdo espionaje, los estudiantes, los profesionales, los empresarios, la clase trabajadora digna, los hombres y mujeres libres, se están pronunciando constantemente en las diferentes regiones del país, para que se erradiquen las fétidas costumbres en el ejercicio de la política.