La Nación
COLUMNISTAS

Entre alegrías y lágrimas

Hace 203 años un 20 de julio se dio  el grito de la Independencia de Colombia y el pasado 20 de julio de 2013 el humilde y potente boyacense Nairo Quintana, revivió “El Grito de Independencia en el Tour de Francia”, ganando la penúltima y definitiva etapa con 6 premios de montaña entre Annecy y Semmonz, cruzó primero la meta y se ganó la etapa de su vida, la que tenía que ganar.

Los pedalazos de este boyacense merecen todos los elogios, ya que no solo escribe una página de gloria para el ciclismo colombiano sino mundial, al ser el primer ciclista que en la ronda gala se lleva el segundo lugar del podio, la camiseta del mejor escalador y de paso la blanca como líder de los jóvenes. Tenemos el mejor escalador del mundo, como lo reconoció Chris Froome campeón del Tour. “No me creo lo que está pasando, no tengo palabras. Toda mi vida había soñado con esto, no creí que fuese a llegar tan rápido. Sólo tengo 23 años, pero el tiempo pasa volando y hoy lloro de felicidad”. Tranquilo Nairo, que aquí en Colombia también todos lloramos de felicidad por sus triunfos y los de Rigoberto Urán, Sergio Luis Henao y Carlos Betancur, la nueva élite de escarabajos, que muy pronto van a estar codeándose en los podios europeos. Ustedes no son promesas ya son una realidad.

Pero también derramamos lágrimas por las masacres de 19 soldados perpetradas por las Farc en Arauca y Caquetá. Hay que parar cuanto antes esta guerra fraticida; si verdaderamente hay voluntad de paz de las partes, es necesario un cese bilateral al fuego, porque hay que parar el desangre nacional, que solo toca a los colombianos de estratos bajos: los ciudadanos de a pie (soldados) y los campesinos reclutados (guerrilleros), que se están matando entre sí; los soldados para defender la patria (de secuestros, extorsiones, voladuras de oleoductos, destrucción de narco cultivos, etc.); los guerrilleros cumpliendo ordenes de sus jefes para crear caos, terror y asegurar la supervivencia relativamente cómoda y con toda clase de privilegios de sus comandantes. 

Paralelamente a este cese al fuego, hay que iniciar conjuntamente la desactivación de las minas antipersonales, sacar a la población civil y a los niños de la guerra, nombrar una comisión de la verdad para el tema de los secuestros y de los falsos positivos. Hay que buscar salidas y oxigenar el proceso de paz, serenar los diálogos y generar confianza. No podemos continuar negociando en medio del fuego cruzado. No a la guerra, si a la paz, pero con equidad y justicia social.