La Nación
Villa Colombia, contraste de una realidad social 1 8 mayo, 2024
INVESTIGACIÓN

Villa Colombia, contraste de una realidad social

Villa Colombia, contraste de una realidad social 7 8 mayo, 2024
Otro rostro del olvido es el de Ester Rivera Jiménez, de 60 años, quien fue una de las personas que hace 14 años llegó al sector como invasora para buscar un techo dónde residir, afirma que han pasado muchos años y allí todo sigue igual.

En el norte de Neiva se sitúa Villa Colombia, uno de los asentamientos de la capital opita rodeado por las aguas del río Magdalena; en el que sobreviven bajo la amenaza de arrasar entre la furia de sus aguas 610 familias.

El lugar se convierte en el reflejo del contraste de una realidad social de pobreza y olvido, flagelos que se revelan en el rostro de cada persona.

El sector constituido a finales de diciembre de 1999 se forjó bajo la circunstancia de invasores de personas en condición de desplazamiento y escasos recursos, que buscaban un techo dónde vivir con sus familias.

Villa Magdalena, muestra la necesidad de cada uno de sus habitantes, que buscan en cada esquina, calle y vivienda, sobrevivir a problemas sociales de drogas, prostitución, desempleo, violencia, indiferencia y olvido.

Liliana Méndez Anturi, presidenta de la Junta de Acción Comunal, afirmó que: “Realmente Villa Colombia es un espejo de la pobreza que tiene Neiva, aquí los problemas de consumo de alucinógenos en niños y la inseguridad son la causa del hambre que sienten las familias”.

Vecinos invisibles

Para la comunidad, el problema que debe ser atendido con la mayor celeridad es la legalización y reubicación de las familias que ocupan predios situados en la zonas calificadas de alto riesgo, por tratarse de viviendas cercanas al río Magdalena.

“El alcalde nos prometió la legalización del barrio, pero ni volvió a visitarnos, nos sentimos ignorados por los gobiernos, no hemos visto apoyo ni mucho menos ayuda”, aseveró Carlos Mario Gómez, contralor de Villa Colombia, quien desde 1997 llegó al sector como desplazado desde Puerto Perales (Antioquia).

La degradación entre la violencia y la enorme brecha social de una mayoría pobre, miserable y desempleada inspira tristes frases, como “la delincuencia es común, es normal ver en este lugar niños desde los 8 años delinquiendo y haciendo parte de pandillas, consumiendo drogas”, dijo Gómez, quien ve reflejada una realidad invisible para la ciudad.

Atrapados en un dramático escenario, la pobreza va tomando forma, en la que los jóvenes encuentran en las esquinas y las drogas un refugio, simplemente porque sus padres los olvidaron y el hambre carcome sus estómagos, y sin pensarlo, inician a formar parte de la delincuencia que da un resultado negativo a la crisis social.

Olvidados y sin ayudas

Y la tragedia sigue sin tocar fondo. Una cara más de este espantoso panorama es el desplazamiento forzado que se refleja en José Gersaín García, de 57 años de edad, desplazado por la violencia desde San Vicente del Caguán (Caquetá).

Llegó a Neiva en el año 2003 junto a su familia para protegerse de los violentos. A José la vida lo golpeó nuevamente con una situación que debió superar, la pérdida de su brazo izquierdo en un accidente laboral, lo que lo convierte también en una persona en condición de discapacidad.

La vida de José Gersaín transcurre entre el salir a “rebuscarse” con la venta de bolsas puerta a puerta, porque no recibe ningún tipo de asistencia. “No he recibido ningún tipo de ayuda y mucho menos para tener mi casa. Desde el 2003 estoy esperando poder tener un techo digno para mi familia y ha sido imposible”, afirma.

Pero esta historia no es una novedad en la opinión pública, desde hace 14 años así se vive en Villa Colombia, nada ha cambiado en bien para esta población, al contrario, cada día que pasa el lugar se rodea más con los flagelos sociales de pobreza, intolerancia y delincuencia.

“Nos tienen muy olvidados, nuestra situación económica es difícil, muchas personas a mi edad tenemos que salir a trabajar para poder subsistir, vivimos en precarias condiciones, no tenemos vías de acceso, además de estar flotando sobre las aguas negras, esto refleja el olvido en el que estamos desde hace tantos años, no hacen nada por nosotros”, afirma la mujer. 

Sin espacios, sin oportunidades

Es fácil criticar una realidad que tiene un trasfondo, el de la falta de inversión, oportunidades y espacios de desarrollo para niños y jóvenes. Villa Colombia únicamente cuenta con dos canchas de fútbol, espacios que la comunidad creó utilizando sus propios medios.

No existen parques, ni mucho menos programas sociales o academias deportivas y de recreación, que permita que esta población vulnerable encuentre alternativas de vida para la utilización del tiempo libre.

“No hay espacios deportivos, parques ni lugares para que los niños se diviertan sanamente, es por eso que muchos de ellos a los 8 años se entregan a las drogas y a robar, porque no hay nada más qué hacer”, coinciden los vecinos.

En materia de educación todo es más difícil, la escuela ubicada entre Villa Magdalena y Villa Colombia cerró sus puertas hace seis años, porque la inseguridad golpeó también a los niños. Actualmente en la sede escolar funciona la base Encar del Departamento de Policía.

Entre los problemas de infraestructura se suma el pésimo estado de las dos únicas vías de acceso al lugar, lo que no permite el tránsito de transporte público hacia el área, obligando a la comunidad a trasladarse hacia otros sitios para tomar un medio de transporte.

Desempleo y hambre

Yaneth Garzón, habitante de Villa Colombia, afirma que el nivel de desempleo entre la población supera el 70 por ciento de desocupados. Mientras tanto, el 30 por ciento de la población restante genera sus ingresos de la venta informal, sin descartar que la mayoría se vuelcan a las calles y sumen la gruesa fila de la mendicidad.
En cuanto a los oficios que desarrollan las mujeres, en su mayoría son empleadas en casas de familia, restaurantes y vendedoras de tamales y empandas.

Pero también son muchas las que reflejan una miseria por falta de oportunidades, dedicándose a la prostitución y comercialización de alucinógenos, utilizando en muchas ocasiones a sus propios hijos menores de edad para tal objetivo.

“Es importante que como mujeres cabeza de hogar se nos dé la oportunidad de capacitarnos, y por qué no, de generar nuestra propia microempresa con la que podamos enfrentar la vida”, dijo Yaneth, quien se dedica al oficio de criar cerdos en su humilde casa, para generar el ingreso de su sustento.

Entre el miedo

Mientras este drama humano ocurre, el temor de ser víctimas de la violencia sumerge el sector de Villa Colombia, que sigue en la espera de un nuevo político que consiga aprovecharse de las necesidades para atraer votos, aseveran los vecinos.

Enrique Useche Guevara, comerciante del sector, dice: “Aquí no todos somos malos, muchos vivimos entre el miedo y la zozobra por la inseguridad, sin embargo esa es la realidad que vivimos en Villa Colombia y que nadie se atreve a ver, aquí tenemos una realidad latente, una realidad que ha sido olvidada, en donde nadie tiene oportunidades para poder surgir”.

Tal vez ante la promesa de salir de la pobreza y cumplir el sueño de no ser golpeados por el hambre, abandono y olvido de quienes aun sabiendo que existen los ignoran, siguen esperando, afirmando que “es así como nos toca vivir”. 

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