La Nación
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¡Habemus papam!

Desde su elección como Vicario de Cristo en la tierra hace dos años, el papa Francisco está generando un profundo revolcón en las anquilosadas estructuras de la Iglesia Católica. La selección de su nombre papal: Francisco, en homenaje a San Francisco de Asís, un símbolo histórico de humildad y de defensa de los otros seres vivos con quienes compartimos este planeta, fue un primer hecho de su mandato papal que rápidamente corroboró con un estilo austero y de sencillez mostrando un gran contraste con el boato y el lujo de sus antecesores. El pasado 18 de junio publicó la encíclica “Laudato si” donde llama a la comunidad internacional a un profundo examen de conciencia para generar una verdadera comunión con Dios, con los otros hombres, con uno mismo y con las otras criaturas de la naturaleza, para salvar al planeta del terrible desastre ecológico al que lo está llevando la opulencia y voracidad consumista del actual modelo económico imperante en el mundo. En la semana anterior, durante su visita a Bolivia, volvió sobre el teman pronunciando un sermón en el que golpeó con fuerza al gran capital internacional, que sólo busca la ganancia cuando miles de millones de personas subsisten y meren en la pobreza y la miseria y cuando la locura por el lucro y la acumulación de riquezas, ponen en peligro la propia supervivencia de la vida en el planeta.

“Habemus papam” es la frase que se pronuncia en Roma cuando sale humo blanco indicando que el conclave de obispos del mundo ha llegado a un acuerdo para elegir un nuevo sucesor de San Pedro al frente de la iglesia católica. Hoy los católicos de todos los rincones de la tierra y seguramente millones y millones de personas de otros credos religiosos y filosóficos, podremos decir con satisfacción “tenemos papa”, indicando que al frente de una de las iglesias monoteístas más grandes e influyentes del planeta, gestora en buena medida de la civilización occidental, hay un verdadero líder que ha vuelto por los fueros del cristianismo primitivo, una iglesia que nació enfrentada al imperio romano, predicando la paz y la fraternidad entre todos los hombres, denunciando la tiranía y las injusticias y clamando por un mundo mejor para todos como lo hizo Cristo en el sermón de la Montaña.

Después que Constantino en el siglo IV de nuestra era proclamó al cristianismo como religión oficial de todo el imperio romano, la iglesia católica fue cooptada por el gran poder del estado y sus jerarquías se convirtieron en las principales defensoras de los poderosos y privilegiados, pero siempre existió otra iglesia de los pobres y humildes que los acompañó en sus sufrimientos y que estuvo con ellos en sus levantamientos y rebeldías, luchando por un mundo mejor como Fray Bartolomé de las Casas en el Nuevo Reino de Granada y Camilo Torres Restrepo en la Colombia del Estatuto de Seguridad durante los gobiernos del Frente Nacional. El papa Francisco sigue la huella de estos dos apóstoles.