La Nación
COLUMNISTAS

Irracionalidad humana, equivocadamente justificada

Tiempo atrás éramos felices con poco, había en nuestros corazones mayor humildad, respeto a la vida, a la naturaleza y mayor hermandad entre los hombres; hasta que nos dejamos absorber por el materialismo, el facilismo, las apariencias, el qué dirán, la ansias de poder y control; trayendo consigo el egoísmo, la corrupción, la explotación, las ínfulas de superioridad, escudándonos en la religión, el dinero y la política, para justificar  la irracionalidad del ser humano.

Justificar los errores de la humanidad; la destrucción del planeta por el castigo de Dios; los atropellos cometidos en nombre de la autoridad; los abusos cometidos en nombre del amor; los conflictos entre los hombres por culpa de la condición social, económica, política u orientación sexual; no resulta válido, lógico ni correcto.

La religión, la autoridad, el dinero o la política, por sí mismas no tienen ojos, oídos ni mente para distinguir o clasificar. Somos las personas, quienes sobre la interpretación que hacemos de las mismas, quienes decidimos cómo actuar o pensar. Somos quienes promovemos el uso de la fuerza, de la violencia, la destrucción y las venganzas entre los seres humanos, y las hacemos responsables de lo ocurrido, al no querer asumir la responsabilidad sobre el resultado de nuestras decisiones.

Revisar nuestras acciones nos permite cambiar la realidad, ser coherentes con aquello que exigimos a la sociedad y lo que realmente estamos aportando para evitar que ésta continúe cayendo en el abismo de la destrucción, los odios, las guerras y el caos, que por milenios hemos venido provocando y peor aún, ocultando.

Sobre un particular código ético de  conducta y principio de respeto por la vida, hemos prohibido matar a otros seres humanos, robar, cometer adulterio o blasfemar; así como tratar con crueldad a las personal o animales, sin embargo  la realidad demuestra todo lo contrario. 

No podemos seguir transformando  actos humanos extremistas, en una justificada cooperación social, política, tecnológica o económica, para facilitar el acceso a recursos financieros y estrategias altamente planificadas,  para justificar las guerras, el terrorismo y la poca inversión económica en lo social.

Resulta imprescindible tener una mayor conciencia sobre la responsabilidad que tenemos de fomentar desde la familia, aquellos valores que impiden la ocurrencia y permanencia de la violencia, la intolerancia, el irrespeto a la vida y dignidad humana.

Ningún acto humano irracional, se puede justificar en nombre de la religión, la autoridad, la política y mucho menos en nombre del amor, para perpetuar, promover o callar, actos humanos que denigren contra sí mismos o contra los demás.