La Nación
Juegue limpio 1 5 mayo, 2024
COLUMNISTAS

Juegue limpio

Froilán Casas Ortiz

El libro Santo nos dice: “La medida que ustedes utilizan, la utilizarán con ustedes”. Cada quien cosecha lo que siembra. Si usted es sucio en sus negocios, en sus pactos, en sus compromisos, ¿qué espera? Hay gente pilla que cree ser inteligente porque ha “tumbado” al otro. Al final, ¿Qué pretende recoger? Otra vez el libro Santo: “el que siembra tacañamente, tacañamente cosecha”. La ley del embudo trae violencia, más temprano que tarde. Hay personas que han sido rufianes, algún día encontrarán su par y lo superará con creces. Afirmar que, el vivo vive del bobo, es un terrible sofisma. Un día al “vivo” le llegará su cuenta de cobro y aparecerá de una manera inédita. Con frecuencia el “vivo”, llevado de su sobreestima y soberbia, cae de la manera más boba y de aquél de quien menos se  espera. Más de una vez, resultan cosas insólitas. En todo negocio siga esta norma: gana – gana. Que las partes queden contentas con la transacción. Una persona engañada queda con una herida muy grande. Como dice la sabiduría popular: el que ofende escribe en el agua, el ofendido en la piedra; al que ofende se le olvida y el ofendido se acuerda. Infortunadamente eso ocurre con frecuencia. Eso de perdón y olvido, no existe ni en el plan de Dios. Si no hay arrepentimiento, no habrá perdón. Muchos son, tras de ladrones, bufones. Hay personas tan cínicas que hablan de perdón y no tienen el mínimo arrepentimiento de sus pasadas fechorías. ¿Cómo va a esperar lealtad una persona que ha traicionado? Si hay algo que Bolívar no soportó fue la traición del capitán canario  Fernández Vinoni. Éste había traicionado al Libertador en Puerro Cabello en 1812, entregando la plaza al general realista Domingo de Monteverde. A Fernández Vinoni, Bolívar, -siendo coronel defendía el fuerte de Puerto Cabello-, le confió la defensa del mismo. En la mañana del domingo ocho de agosto de 1819, después de la batalla de Boyacá, al pasar Bolívar frente a los prisioneros realistas, identificó al traidor y le ordenó dar un paso adelante. Le preguntó: -¿qué pena merece un traidor?; -la muerte-, -respondió el interrogado-.  El general, sin titubear, ordena al coronel Córdoba que lo ajusticie sin dilación: -“Cumpla usted con esa sentencia, ahora y aquí mismo”-. No hay cosa más dolorosa que la traición. Por eso, juegue limpio. No se trata de aplicar la ley del talión: ojo por ojo y diente por diente, -esto es más salvaje que la herida recibida-. Sin embargo, en la vida práctica, el bandido encuentra en el recorrido de vida su misma medicina, dolorosamente. Con frecuencia, ¿quién mata a un ladrón? -otro ladrón de su misma banda por malos repartos-. El que anda con lobos a aullar aprende. El justo se siente tan impotente que no es capaz de defenderse, entonces aparece un no sé qué, que le da su merecido al bribón y bergante. Por ello, en todo, juegue limpio. No saque la ley de la ventaja, no sea sucio. Sea trasparente, que el otro sepa con claridad quién es usted. El malvado para lograr “éxito” pone una cara de “yo no fui”.