La Nación
La calle y los artistas 1 5 mayo, 2024
COLUMNISTAS

La calle y los artistas

Benhur Sánchez Suárez

Una persona que haya visitado importantes ciudades del mundo sabrá que parte del paisaje y del atractivo de su ambiente son los artistas callejeros que se ubican en sitios estratégicos para demostrar sus habilidades. Generalmente lo hacen donde hay mayor afluencia de público porque, como es obvio, tratan de ganarse sus favores con la calidad de sus interpretaciones.

Así consiguen recursos para su alimentación,su alojamiento o para costearse sus estudios.

La mayoría son inmigrantes, que no tendrán otra posibilidad de trabajo. Cantan y actúan mientras tanto. Recuerden la historia de Yuri Buenaventura, un gran músico, que con nobleza y humildad nos entregó hace poco su experiencia por las calles de París y sus medios de transporte.

Las estaciones del metro enMadrid o París, las avenidas de Barcelonao Nueva York, una plaza en Viena, tienen el encanto de un músico que interpreta su instrumento, de pronto un grupo que canta, un mimo, una bailarina que asombra por su entrega, o unos danzantes que atrapan el interés del público con su plasticidad.

Son los turistas los que agradecen ese arte fugaz de encantamiento. Los nativos sienten que la ciudad ya no les pertenece, miles de personas de muchas partes del mundo se apropian a diario de sus espacios. Ellos se sienten desplazados, cuando no irritados por el acoso de los que llegan.

Es un espectáculo que puede pensarse gratis si no fuera porque a los escuchas y observadores se lesmueve el interés y votan sobre el estuche de sus instrumentos o el sombrero o la prenda tendida, las monedas con que estimulan su talento.

Ellos logran sobrevivir así.

En Ibagué parece que no. Sólo aquí, donde la represión es la respuesta a la inventiva de quienes quieren ganarle al tiempo la posibilidad de vivir y de estudiar, son castigados con la falsa presunción de que estorban, afean el ambiente, atraen delincuentes y quién sabe que otros males de una ciudad siempre en formación.

La ciudad musical quiere eludir a los artistas callejeros negándose a sí misma su condición cultural, mientras las cantinas y los almacenes ensordecen el ambiente con otras músicas.

La Carrera Tercera, la peatonal, parece el escenario ideal para que haya este tipo de manifestaciones. Es el público el que elige la calidad. No son las autoridades las que gradúan el talento.

En ese juego de la libertad de expresión está el secreto de la armonía entre el público, las autoridades, los artistas y las normas que rigen la vida en comunidad.

Sólo si hay vulgaridad cabría una intervención para que no se pasen de la raya.

Mientras tanto, que siga el arte por la calle hasta que haya otros escenarios y la vida sea mejor.