En las redes sociales, tan de moda en estos tiempos gracias a la tecnología de las comunicaciones que está alienando a la sociedad, aparece un mensaje anónimo, por supuesto, que invita, sin reato alguno, a revivir la figuran del tótem, tal y como describe este fenómeno el profesor Freud. La necesidad de reconocimiento del padre ausente, invocado para sustituir las divinidades maternas -las vírgenes de Guadalupe, Chiquinquirá, Fátima etc.- falencia neurótica propia de comunidades machistas. El mensaje en cuestión es este: “Cómo nos está haciendo falta la mano dura y el corazón grande de nuestro expresidente Álvaro Uribe Vélez; con él al mando del país podíamos salir tranquilos, dormir tranquilos”.
La nostalgia del padre ausente que revela el anónimo mensaje es la factura que dio lugar a que al expresidente lo eligieran en el concurso de History Channel como el “Grancolombiano” de la historia republicana, designación que provocó andanadas y polémicas de tirios y troyanos. Algunos aseguran que todo fue una farsa provocada por su beneficiario.
No obstante las dudas en torno del “homenaje”, lo cierto es que hay razones de peso para suponer que el honor tiene fundamento si se parte de la neurosis colectiva que padece el pueblo colombiano. Veamos: la motivación por la que la horda asesina al tótem, según Freud, no fue otra que el castigo por su abuso, pero ese mismo abuso fue el que reivindicó su figura cuando el padre protector se ausentó del grupo y dejó a las mujeres “chingadas” pariendo bastardos sometidos a su potestad.
Aquí se apela a la psicología que Octavio Paz desentraña en el Laberinto de la Soledad para comprender el alma de los descendientes de La Malinche. Violada y mancillada la madre engendra y se responsabiliza del vástago que solo sabe que su padre es el extranjero dominante y a quien no conoce. En síntesis, es la figura de una autoridad arbitraria y extraña. Y esta historia se repite siempre en una sociedad en la que el padre es un recuerdo triste o un sueño insatisfecho.
Para entender la añoranza del autoritarismo basta simplemente reconocer la descomposición de la familia colombiana, desintegrada por la pérdida del padre o por su anonimato. Es ese “padre arbitrario” que viola y golpea, siguiendo el ejemplo del conquistador que invadió, violo y mancillo a las hembras y luego se desentendió de la prole. Carlos Lleras, por ejemplo, para contener la protesta por el supuesto fraude electoral, mandó a dormir al pueblo como el padre furioso reprende a los hijos desobedientes. Este fue el gesto que lo hizo célebre entre el populacho necesitado del padre ausente.