En una acertada decisión, el Gobierno Nacional ha decidido posponer la presentación al Congreso de la República del proyecto de reforma tributaria, hasta tanto no tenga conversaciones sobre el tema en las regiones del país.
“Estamos en la mayor disposición para que este proyecto sea construido entre todos y verdaderamente tiene que ser así, no podemos olvidar que hay opiniones valiosas en todos los rincones de Colombia. Por eso, en las próximas semanas iremos a las regiones a escucharlas y alimentar esta iniciativa”, fue lo que dijo el ministro de Hacienda, José Manuel Restrepo Abondano.
Las palabras del alto funcionario muestran el ánimo conciliatorio, prudente y a la vez optimista del Gobierno para sacar adelante una iniciativa que despertó un rechazo generalizado y desencadenó una inimaginable ola de indignación en todo el país.
Quedarán para la historia las desatinadas medidas tributarias que planteaba la anterior reforma y el ‘florero de Llorente’ en que se constituyeron los huevos de $1.800 del entonces ministro Alberto Carrasquilla.
Lo que sí debe quedar claro es que el país necesita una reforma tributaria para cubrir la cuenta fiscal que dejó la pandemia. Ya el Gobierno ha dicho que esta nueva reforma buscará recaudar unos $14 billones y que no tendrá cambios estructurales en temas de renta e IVA, pensiones y demás. La clase media no se verá afectada, ha dicho insistentemente el ministro Restrepo Abondano.
Por eso, el ejercicio del Ministro de Hacienda de hacer una gira por varias ciudades del país para hablar sobre la reforma tributaria es saludable. El Gobierno está entendiendo que sus decisiones no se pueden tomar relajadamente desde un escritorio en Bogotá, sino que debe salir a las regiones y escuchar la gente. Sabe además que tiene el enorme reto de lograr una reforma tributaria que no vaya a encender la hoguera del descontento social en el segundo semestre del año.