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La Tatacoa, ¿para quién?. Por Belén Alarcón

Maravilloso como tantas cosas que suceden en el departamento del Huila, en medio de los ríos Cabrera y Magdalena, emerge La Tatacoa, quizá el único desierto en el mundo, que su superficie señala donde basta una exploración casi superficial, para que broten manantiales de aguas subterráneas. Maravilloso como tantas cosas que suceden en el departamento del Huila, en medio de los ríos Cabrera y Magdalena, emerge La Tatacoa, quizá el único desierto en el mundo, que su superficie señala donde basta una exploración casi superficial, para que broten manantiales de aguas subterráneas. Allí donde el tiempo transcurre de manera lenta y tranquila y el viento ha erosionado la montaña dotándola de colores entre grises y naranja, también ha moldeado el espíritu de sus habitantes; se habla en rima sin respetar la métrica de los versos; los números casi no existen y las cabras no se cuentan, se recuerdan por colores, balidos o piruetas y así el establo siempre estará lleno, pues contarlas trae ruina para el cabrero. Los campesinos atienden al turista en sencillas cabañas donde se disfruta su culinaria tradicional: estofado de chivo y pipitoria compartiéndole la vivencia de su cultura. Ahora esta forma agroecológica de hacer turismo está en vilo: la CAM ha declarado Parque Regional Natural 35.830 hectáreas que comprende tierras de Villavieja, Tello y Baraya.  Mediante esta declaratoria de área protegida, la política ambiental restringe las actividades agrícolas y la intervención humana en la zona. Paradójicamente, lo que ha mantenido el bosque tropical seco en el estado actual de riqueza natural, es el tratamiento amigable que le ha dado el campesino. Ahora, la institucionalidad pretende alterar el ecosistema que ha perdurado en La Tatacoa con familias que lo han sabido habitar históricamente; pues, los ambientalistas conservacionistas escinden naturaleza y hombre, como si no estuvieran indefectiblemente ligados. Bajo el mito de bárbaro con que se señala al campesino se estigmatiza su actividad agrícola y se oculta el tesoro ambiental y paisajístico. Esta declaratoria, que no fue concertada con la comunidad y que sólo después de aprobada se ha socializado con grupos no representativos, es el más fácil expediente para entregar el desierto a los empresarios privados que lo miran codiciosos. No vaya a ser que la bandera del turismo continúe la política de campesinos sin tierra y tierra sin campesinos. Hace unos años se rumoró la entrada del negociante del ecoturismo Jean Claude Bessudo, que los campesinos impidieron valientemente en los estrados judiciales. Ahora Comfamiliar pretende que la CAM le otorgue una concesión de aguas. Con el argumento de que La Tatacoa es un peladero, pretenden ir por los predios, administrarlos “bien”, garantizar la confianza inversionista que produzca riqueza. ¿Riqueza para quién?, ¿para el campesino?, ¿para los empresarios del turismo? Las comunidades alertadas, han creado el Comité de Afectados por el Parque Regional Natural y proponen que el desierto se acoja como Distrito de Manejo Integrado, que garantice la coadministración entre comunidad e institucionalidad. ¿Qué dirán nuestra gobernadora y parlamentarios?