La Nación
Los debates de la memoria 1 26 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Los debates de la memoria

            Luis Fernando Pacheco G.

 

Comunidades indígenas derriban la estatua ecuestre de Sebastián de Belalcázar en el Morro de Tulcán en Popayán, tras un juicio sumario por las aberraciones contra los indígenas. España promulga en la misma semana una Ley de Memoria Histórica, que seguramente profundizará el debate tras la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco del “Valle de los Caídos”.

 

A lo largo y ancho del planeta, parecen surgir complejos debates sobre la construcción y la preservación de la memoria de los pueblos, la convivencia entre distintas versiones de dichas memorias (antagónicas algunas de ellas, como es el caso payanés) y la necesidad de participar en este diálogo.

 

Países como Argentina, Chile, Uruguay, España, Alemania o los países tras la cortina de hierro, atravesaron esas sendas de discusión tras la caída de los regímenes autoritarios y sangrientos que escribieron páginas de dolor en sus libros de historia. En Colombia, que sigue ufanándose de ser la democracia más antigua del continente (aún con cifras de abstención por las nubes y violaciones a derechos humanos que harían palidecer a Videla o Pinochet), el debate apenas llega y puede profundizarse con el telón de fondo de la polarización de los últimos meses y ad portas del comienzo del año electoral.

 

Es válido que esos debates surjan, y oportunidades como la implementación de los Acuerdos de La Habana, la puesta en marcha del proyecto del Museo de la Memoria o la “resurrección” de la cátedra de historia en los colegios, resultan ser valiosas para que la sociedad civil canalice sus preguntas sobre sus raíces, sobre la legitimidad del relato imperante, no solo en los libros, sino en las plazas, las calles, los monumentos y los protagonistas de nuestra visión de pueblo (con un porcentaje exiguo de mujeres y casi inexistente de minorías étnicas, por ejemplo).

 

Lo preocupante es que dichos debates se den en el calor de la protesta y generando versiones de negros y blancos. El relato de la memoria tangible que reflejan, por ejemplo, las estatuas, puede ser resignificado más allá de la destrucción del símbolo: se pueden generar resignificaciones (placas que aclaren la leyenda negra), figuras de la víctima olvidada, nuevas narrativas que nunca fueron oídas, incluso juicios que terminen con las estatuas en museos-cárceles donde mantengan su valor de documento histórico, pero comprendiendo también lo negativo de su legado.

 

Este debate debe darse en sociedades capaces de sentarse con el que piensa diferente, de asumir discusiones que no se dieron en otros momentos históricos. Si no alcanzamos ese nivel de madurez, terminaremos en una rara competencia para medir capacidades de destrucción.

 

@luisferpacheco