La Nación
Los dos papas 1 26 abril, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Los dos papas

 

Piero Emmanuel Silva Arce

Los dos papas es una película estrenada el año pasado bajo la dirección de Fernando Meirelles; en esta se da cuenta del proceso que tuvieron que vivir los dos últimos pontífices tras la muerte de Juan Pablo II. La historia deja entrever algunos de los momentos más importantes en las vidas de los jerarcas, permitiendo al espectador introducirse en profundos dilemas de orden ético; entre la realidad de la historia y la ficción que se permite el cine, gran parte de la cinta se relata a través de las conversaciones sostenidas por Jorge Bergoglio y Joseph Ratzinger desde el momento en el que este último asume como máximo líder de la iglesia católica, bajo el nombre de Benedicto XVI. Son los mismos tiempos de los escándalos de pederastia y abuso practicados por miembros de este grupo religioso, con la venia de la vista gorda por parte de quienes ocupaban las más altas jerarquías.

Interesa aquí retomar el pasaje donde se relatan los actos de Jorge Bergoglio, líder de la Compañía de Jesús, durante la dictadura del militar Jorge Rafael Videla en Argentina entre 1976 y 1981. Gracias a sus encuentros furtivos con militares de la dictadura, el jesuita se enteró que el trabajo de su comunidad con personas en barrios marginados no estaba bien vista por el régimen y por ello les pidió a sus compañeros renunciar a esta causa. Tras la negativa de dos de ellos, Bergoglio, en un acto de rabia, los despojó de su investidura eclesiástica, poniéndolos en bandeja de plata ante un gobierno asesino. En efecto, la acción le ha costado mucho al primer papa latinoamericano.

Más allá de dictaminar si Bergoglio actuó bien o mal –prefiero dejárselo al campo de los debates insulsos alrededor de la moral –, importa analizar la idea de culpa que evidencia en la película y que es propia de la herencia judeocristiana que nos han introyectado a los latinoamericanos. El rodaje da la sensación de que después de la dictadura, el papa Francisco trabajó incansablemente por la comunidad, “purgando” sus culpas al no haber hecho lo suficiente en contra de la dictadura. Como actuó mal en un momento tenía que portarse bien para estar a paz y salvo. Este relato le quita complejidad, no solo a la historia sino a la forma de comprender las acciones humanas, es decir, enseña a que el otro debe actuar bajo lo que mi grupo religioso o político establezca como lo bueno. Pensar en actos malos y buenos lleva a los sujetos a la culpa y no a realizar una reflexión sobre las acciones propias en comunidad. La idea de culpa impide ponerse en el lugar del otro y es la semilla del resentimiento. Quien esté libre de culpa…

Investigador del grupo Estudios Políticos.