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Manos que tejen historia 1 29 abril, 2024
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Manos que tejen historia

Manos que tejen historia 7 29 abril, 2024
Olivero, desde sus 12 años de edad empezó a tejer sueños en las redes de los chiles de pesca.

Oliverio Perdomo Trujillo, más conocido en su arte de tejer chiles y pescar como ‘El Tope’, nació el 5 de enero de 1954 en la capital huilense. Desde los 12 años, por tradición de su padre y el amor por las aguas del Magdalena, aprendió a tejer chiles, mallas y atarrayas.

La historia de vida de este hombre un tanto desgastado, que viste siempre una camisa a cuadros, pantalón clásico y tabaco en mano, es la muestra más coloquial que se puede mostrar en la ciudad del significado del arte de tejer este tipo de herramientas tradicionales.

Estos elementos, que con la llegada de la tecnología e innovación van quedando en el olvido, son las tradiciones de cientos de pescadores artesanales y de quienes no reconocen el don de elaborar maravillas con las manos.

“Yo he tejido toda una vida, desde los 12 años, porque mi papá fue el que me enseñó a pescar y a hacer estas cosas, él siempre fue pescador y desde niño lo acompañé, entonces fue cuando aprendí a tejer y a hacer lo que hago, con los que hoy sustento mi vida”, afirma Oliverio, a quien la marca de la edad se le refleja en el blanco color de su cabello.

Chinchorros, atarrayas y chiles se convierten en la ciencia perfecta del conocimiento para quienes han hecho una vida alrededor del tejido. Cada mañana Oliverio, sentado en el sitio conocido como ‘Puerto de las Damas’, sobre la Avenida Circunvalar, cumple un estricto horario de inicio de labores hacia las 8:00 a.m.

Luego al mediodía se toma un descanso para ir a almorzar, y a las 2:00 de la tarde retoma su trabajo para terminar su jornada diaria a las 7:00 de la noche.

Olivero afirma que hay días difíciles en los que nadie ofrece un peso por su trabajo, otras en las que nadie negocia la elaboración de un chile, que le dará en dos meses el ingreso para subsistir entre la necesidad y los problemas personales que enfrenta a su edad.

“Esto no da para comer, lo que consigo cada dos meses luego de terminar un trabajo me aguanta por unos cuatro días, por eso le digo que con esto se comen cuatro días y otros cuatro se aguanta hambre, pero toca seguir, porque qué más puedo hacer, ya estoy viejo”, dice ‘El Tope’.

Dispendioso tejido

Una pala y aguja elaborada con guadua por sus propias manos, al igual que el cáñamo y el nailon se convierten en las herramientas y suministros más importantes al momento de realizar su trabajo, que con toda la curiosidad, paciencia y conocimiento permite, al finalizar la obra, generar el alimento para su vida.

“Hacer un chile o una malla tiene su ciencia, hay máquinas que ya están haciendo el tejido, sin embargo no es lo mismo, porque no se ha podido hacer una atarraya y son las máquinas las que acabaron con la pesca en el río”, afirma Oliverio.

No obstante, el valor del trabajo que realiza Oliverio y otros muchos más pescadores y artistas en esta especialidad no es reconocido con el precio de la venta de cada elemento elaborado. De acuerdo con Oliverio, para hacer un chile se deben invertir 30.000 pesos, pero su precio en el mercado llega a ser comprado en sólo 90.000 o 120.000 pesos.

“El precio varía, todo depende del marrano, (sonríe). Cuando el cliente reconoce el trabajo lo paga a lo que se pide, pero hay otras que en su mayoría no ofrecen más de 100.000”, narra Oliverio, reconociendo que un mes de trabajo, el elaborador de chiles únicamente se lucra con 70.000 pesos, con los que sustenta su alimento y gastos personales.

Una vida, una realidad

Oliverio es empírico en su especialidad, jamás realizó algún tipo de estudio, ni primario ni secundario, y afirma que eso lo hace una persona, más que por falta de oportunidades, por elegir un arte poco reconocido para subsistir.

“En realidad esto lo hacemos por amor al río, desde niños quedamos enamorados de las aguas y no estudiamos, es por eso que muchos estamos aquí, y aquí nos tocó morir”, dice con resignación Oliverio.

El trabajo de tejer chiles de pesca para Oliverio tiene dos únicos finales: el primero, porque la tradición de pescar con este elemento está perdida, la tecnología y las nuevas generaciones ya no se interesan por esto, “ahora no se pesca con chile, actualmente están utilizando otros de medios para pescar, por eso ya esto se está perdiendo”.

Y la segunda razón, que se convierte en su mayor temor, es perder la visión. Es por eso que tiene claro que cuando esto suceda, deberá dedicarse a vivir de la caridad de las personas, porque a sus 68 años, no otra opción. “Estoy viejo y nadie nos ocupa, por eso nos dedicamos a tejer chiles y esto será hasta cuando Dios nos lo permita”.

Oliverio, un hombre que hace parte de las historias que se escriben en la orilla de río grande de la Magdalena, vidas invisibles que componen la tradición oral de nuestra ciudad y de la sociedad, que también olvida a quienes con arte y corazón tejen la historia de la humanidad.