La Nación
EDITORIAL

Marihuana

Muchas noticias alrededor de la marihuana al comenzar el 2014. De un lado, la legalización para su venta parcial en Estados Unidos, legalización total en Uruguay y el inusitado aumento de incautaciones de la cannabis en Colombia durante el año pasado, que llegaron a la cifra de 347 toneladas, la más alta desde el año 1993.

La marihuana, que se convirtió en símbolo de rebeldía y de movimientos sociales juveniles en los años sesenta, para luego ser el detonante de nuestras penurias colombianas por las drogas alucinógenas en los setenta, pasó luego a segundo y tercer plano en el país por el auge de la cocaína y de la amapola; ahora vuelve al primer plano tanto por la discusión internacional en torno a su probable legalización completa como por estas cifras de alta producción que hacían pensar que –en el caso colombiano– había dejado de ser negocio productivo para los mafiosos. Y además se dice, por las autoridades, que ha aumentado su consumo tres veces en regiones como Antioquia.

Al parecer, en Colombia se estaría viviendo una segunda “bonanza marimbera” alimentada por cultivos en Cauca y la parte sur del Valle, y de nuevo en la Sierra Nevada de Santa Marta y los Llanos Orientales. Las cifras de incautaciones vienen en sostenido aumento desde hace 5 años, puesto que en el 2012 se incautaron 311 toneladas y, desde 2008 hasta hoy, los decomisos han crecido en un 350 por ciento y cada día la Policía descubre, en promedio, una tonelada de la hoja. Los expertos policiales dicen que los narcotraficantes han fortalecido el esquema de comercio de esa sustancia y han tecnificado los cultivos.

Ahora bien, en cuanto a su legalización, sí es pertinente volver sobre una discusión que tiene tanto de hipocresía social como de negocio oscuro que sostiene su producción. Hipocresía por la laxitud moral y social que tenemos frente al alcohol, cuyas consecuencias en salud, economía y daño familiar son mucho más altas que las de cualquiera otro consumo estimulante, en tanto que nos hemos desgastado en una guerra que ya lleva 40 años para tratar de contener a las mafias de la cocaína, amapola y la misma marihuana sin que hoy se puede hablar por lo menos de victorias parciales, con un costo enorme para el país en su conjunto. Y un negocio oscuro, a su vez, que se nutre justamente de la ilegalidad para sus gigantescas ganancias, lo cual ha llevado a diversos expertos y líderes a plantear en serio que el camino de legalizar –bajo control estatal– estas drogas sería el mayor golpe a la delincuencia que se nutre de su desarrollo subterráneo.

La marihuana, considerada en todo caso como la hierba alucinógena de menor efecto –por debajo del alcohol mismo– está en el centro del debate y, en el caso colombiano, otra vez en la mira de las autoridades.

“En cuanto a su legalización, sí es pertinente volver sobre una discusión que tiene tanto de hipocresía social como de negocio oscuro que sostiene su producción”

Editorialito

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