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El vil crimen cometido por las FARC hace unos días en el Cauca nos permite medirnos a todos, no solo al gobierno y al grupo insurgente sino también a los colombianos del común.

Mide al Presidente, quien deberá demostrar que tiene firmes convicciones sobre los objetivos de las negociaciones en Cuba y por tanto no debe ceder ante la presión de las FARC para un cese bilateral, ni mucho menos ante quienes quieren que se rompan los diálogos en La Habana. En situaciones como estos brutales asesinatos es cuando se manifiesta el talante de los verdaderos líderes, aquellos que conducen a sus gobernados hacia su mejor futuro sin importar si el camino está lleno de obstáculos, quienes saben que las rechiflas de hoy se convertirán en los aplausos de mañana y por eso no ceden ante episodios contradictorios, pues tienen la firme decisión de persistir hasta conseguir la meta propuesta.

Para las FARC también son una medición de su voluntad de paz y su capacidad de autocrítica, pues ante el demencial ataque se encontraron con una reacción enardecida de la sociedad colombiana a la que no le sirven sus explicaciones pueriles, la misma que incluye a sus potenciales votantes cuando pretendan hacer política sin armas. De la misma manera, las respuestas de la comunidad internacional son una muestra incuestionable de la necesidad de replantearse, no basta decir que se decidió negociar en medio del conflicto y eso podía suceder, hoy en el mundo es irrefutable que actos de ese tipo no son justificables y menos cuando se adelantan conversaciones de paz.

Finalmente estamos los colombianos del común que hemos padecido este largo conflicto, que estamos dispuestos a ceder en muchas cosas pero siempre y cuando nos muestren voluntad de paz, que nos indignamos a ratos y ante cualquier adversidad podemos decidir abandonar el empeño. Por supuesto entre nosotros se encuentran aquellos que son maleables y pueden en cualquier momento caer nuevamente en la garras del populismo de la ultraderecha y entonces pedirán a gritos que regresen las balas dando por finalizado el dialogo.

Queda entonces preguntarse: ¿Tendrá el Presidente Santos el suficiente talante de líder para mantenerse firme sin ceder a las presiones?; ¿Habrán entendido las FARC que es hora de cambiar el discurso y no culpar a los demás de sus propios actos?; ¿Seremos capaces los colombianos de resistirnos a la tentación de los cantos de sirena de la ultraderecha?
¡Amanecerá y veremos!, la historia nos dirá si nos quedó grande la paz.
       garcia.francisco@javeriana.edu.co