La Nación
“Nos reclutaron cuando tenía 12 años y mi hermano 11” 1 26 abril, 2024
HUILA

“Nos reclutaron cuando tenía 12 años y mi hermano 11”

Felipe Salamanca* se acogió a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), donde entregará toda su verdad sobre el conflicto interno armado en el Huila. El excombatiente narra para LA NACIÓN cómo familias casi enteras en el departamento han visto a sus hijos partir o ser raptados para combatir a favor de las otrora FARC-EP.

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Al menos 10 niños jugaban fútbol en una cancha en la vereda El Bombo, cuando desprevenidos fueron abordados por algunos hombres desconocidos vestidos de civil, quienes les propusieron pagarles un dinero si los menores les ayudaban con algunas tareas propias del campo.

Se trataba de ir a recoger un ganado, los hombres ofrecían el transporte de ida y regreso en la misma camioneta en la que habían arribado a la apartada zona del municipio de Algeciras, en el oriente del Huila. Y se daría antes de caer de la noche.

Felipe Salamanca* cuenta la historia rápido, sin pausas y sin titubeos. Recuerda que los menores, entre esos Felipe* de 12 años y su hermano Juan Salamanca* de 11, aceptaron de inmediato y muy animados por recibir el dinero. Se habían fugado de clases de la escuela Agustín Codazzi y contaban con tiempo libre, pensaron. No dudaron y emprendieron marcha. Luego, tan pronto y como llegaron a límites con el departamento del Caquetá, los uniformes ya conocidos de la otrora guerrilla de las FARC-EP les dieron aviso de que el viaje culminaría ahí. Con esa ligereza fueron raptados.

“Algunos se pusieron a llorar, otros decían que para qué nos íbamos a devolver, que en la casa les iban a pegar,  y en esas una señora nos aseguró que ya habían hablado con nuestros papás, que ellos ya sabían dónde estábamos. Un camarada, que ahora está muerto, se presentó como el jefe de ese grupo de la organización Teófilo Forero, y nos informó que íbamos a ser parte. Que eso lo quería también nuestra familia”, recuerda Salamanca.

En lo profundo de las montañas les dieron un chaleco, un machete, un revólver número 13, un AK-47, dos granadas de mano, y uniformes, que les quedaron grandes, entre otros implementos de guerra.

“Pasaron los días y comenzaron a llegarnos cartas, nos decían que nuestros padres estaban orgullosos de nosotros. Que nos estuviéramos con ellos. Cuando nos dimos cuenta, ya no podíamos salir a ningún lado sin una orden. También nos enseñaron muchas cosas y a nosotros nos fue gustando”, detalló.

Los hechos se dieron a principios del año 2.000., el joven que más edad tenía no superaba los 16 años. Y es uno de los modos en que la guerrilla convencía a niños del área rural de hacer parte de la insurgencia.

Un reencuentro

En el ejercicio diario y repetitivo de combatir para las Farc, cuenta Salamanca, hizo que perdiera la noción del tiempo, no tenía conocimiento ni de cuándo era su cumpleaños. Conforme fue creciendo entendió que las cartas que recibía no eran de sus padres, ello se clavó en su mente y avivó su anhelo de un posible reencuentro.

Por eso cuando le encomendaron una misión no desperdició la oportunidad. “Habían pasado como tres años y yo salí a hacer un trabajo a Algeciras, a recoger unos encargos, entonces fui hasta la casa. Yo llegué y cuando mi papá me vio se puso a llorar, porque según me dijo, le habían informado que ya me habían matado…”.

Aunque para esa ocasión pensó en abandonar las filas, el temor por lo que le pudiera suceder a su familia se lo impedía, continuó contando. Además, su hermano también permanecía dentro de la organización y los dos tenían una comunicación constante.

Hermanos de combate  

A los dos hermanos los motivaba “pelear por los ideales”, tenían una consigna, comentó Felipe, y siempre pertenecieron a la ‘Columna Móvil Teófilo forero’.

Su hermano menor hizo parte de las milicias en Algeciras y lo máximo que se distanciaron fue dos meses.

Por eso cuando Felipe fue capturado en Campoalegre y se acogió a las garantías que le ofrecía el Gobierno Nacional, para evitar pagar la totalidad de la pena por lo que se le acusaba, su hermano también decidió apartarse de la guerrilla.

Sucedió ocho años después de haber sido reclutado. “Yo era muy amigo de una mujer, era mi compañera sentimental, ella murió. Ella cometió varios errores, no pudo cumplir algunas misiones, y no se lo perdonaron. Eso me motivó a irme, me dolió mucho, porque ella era buena con todas las personas. La conocí durante cuatro años…”.

“Estábamos en un gallera y armados, en esas llegó el Ejército y nosotros salimos corriendo, ellos nos gritaron que paráramos, que no nos hiciéramos matar. Yo había escuchado que ellos de una vez lo mataban a uno, entonces pensé que hasta ahí había llegado, pero no”.

Luego también le permitieron realizar una llamada, Felipe buscó ayuda en las Farc, pretendía que la organización le pagara un abogado, petición que fue denegada.

Al día siguiente su hermano se entregó. Ello marcó un antes y un después en las vidas de los dos jóvenes, que desde la fecha emprendieron la huida de las amenazas.

Guerreando contra la zozobra

Sin embargo, quienes los querían muertos no descansaron nunca. Hacia el año 2015 Juan Salamanca se aventuró a visitar a su padre, en zona rural de Algeciras. Y hasta allí llegó el enemigo que se había forjado en la guerra.

“Se fue a visitar a mi mamá que aún estaba con vida, él nunca se quedaba, pero ese día fue la excepción. En la noche salió y un tipo le disparó. Por eso perdí contacto con la familia, por la misma seguridad de ellos”.

El asesinato lo registró LA NACIÓN, según el reporte oficial de las autoridades fue un disparo en el pecho el que acabó con la vida del joven. La versión desde Felipe es otra.

Enamorada de la guerra

Además de Juan, la hermana mayor de Felipe también ingresó a las Farc, aunque de manera voluntaria y, según narra el excombatiente, creyendo estar enamorada de uno de los integrantes.

“Ella entró primero que nosotros, se fue a los 13 años y duró más de 10, pero nunca tuvimos comunicación. El día menos pensado la mandaron a recoger. Allá nos decían que si era que nos íbamos a dejar ganar de una mujer, que ella era más berraca”, detalló.

“Mi papá fue a hablar con el comandante, en ese entonces era Oscar alias ‘El Mocho’, él le dijo que si ella se quería ir, que la dejaba, pero mi hermana dijo que no: que se quedaba”.

La madre de Felipe también optó por hacer parte de las Farc, de los tantos cargos que podría haber en el grupo armado ilegal, su rol era el de propiciar bienes y ropa.

La mujer estuvo dentro de la organización hasta el último día en que pudo luchar contra un cáncer. De los momentos más emotivos que rememora Felipe sobresale esa tarde cuando su madre, incrédula, le preguntó si realmente no la reconocía.

“Fue duro. Yo casi no viví con ella, porque se separó de mi papá. Por casualidad de la vida, yo estaba en una avanzada y me dijeron que saliera a recoger a una mujer que venía en un carro. Yo tenía listos los caballos para que se subiera en uno. Hacía frío, ella venía con un poncho y un fusil, yo no la conocí. Yo me quité un pasamontañas que tenía y se quedó mirándome, le dije ‘a usted ¿qué le está pasando?’ porque se me hizo raro. Me dijo ‘Hola, mijo, ¿usted no me reconoce? Yo soy su mamá’… Ella se puso a llorar y me abrazó, me sentí raro”, detalló.

Sobre la cantidad de personas que optaron por hacer parte del grupo armado, Felipe explica lo siguiente:

“Las Farc siempre han tenido poder sobre Algeciras, entonces si ingresaba un padre de familia comenzaban a utilizar los niños para mandados, les mostraban armas. Por allá no llegaba el Ejército, éramos solo nosotros, que  también arreglábamos los problemas. Las personas se enamoraban de las armas y cuando se daban cuenta, ya estaban dentro. Más de uno se metía porque le gustaba”, señaló Felipe.

Felipe Salamanca* nació en Algeciras, ahora tiene 32 años de edad y el cambiar de ciudad regularmente se le volvió una constante pues teme por su vida. Cursó hasta octavo grado por medio de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización. La Unidad Nacional de Protección lo tiene cobijado con la ayuda. El excombatiente se acogió a Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y entrega sus declaraciones para ayudar a esclarecer la verdad sobre el conflicto interno armado en Colombia.

Felipe y Juan Salamanca*, nombres cambiados a petición de la fuente.