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Odisea en la Calle del Festival

La presentación de Vicente Fernández en Neiva movilizó a centenares de personas a la Calle del Festival, para escuchar la despedida del ídolo del pueblo. Sin embargo, el hacinamiento La presentación de Vicente Fernández en Neiva movilizó a centenares de personas a la Calle del Festival, para escuchar la despedida del ídolo del pueblo. Sin embargo, el hacinamiento, la desorganización y la privatización del espectáculo público, impidió que se disfrutara del excelente show que brindó el charro mexicano. GINNA TATIANA PIRAGAUTA G. LA NACIÓN, NEIVA Ríos de personas caminaron en la noche del sábado más de dos kilómetros sobre la vía hacia Surabastos, para escuchar a Vicente Fernández, el ídolo del pueblo. Los colectivos, carros particulares y taxis, desde tempranas horas de la noche fueron desviados en la glorieta de la Madre Tierra y los pasajeros de entrada general tuvieron que realizar un largo trayecto a pie. Adultos, niños, ancianos y jóvenes acudieron masivamente a la Calle del Festival. La entrada gratuita, según la Gobernación, como un regalo para los huilenses en las festividades sampedrinas, estuvo totalmente saturada. La desilusión y el malestar fue evidente en centenares de asistentes por las largas filas, la abismal distancia hacia la tarima en donde estaba el artista y la pésima calidad de las pantallas gigantes que se instalaron en la zona general, para apreciar el concierto del charro mexicano. Muchos pobladores decidieron retornar hacia la ciudad ante el tumulto, el desorden y la falta de visibilidad del ‘Chente’. El artista mexicano cantó sus mejores obras con pasión y entrega, pero alejado totalmente del pueblo que lo escucha y del cuál él se declara su hijo. Muchos taxistas se hicieron su San Pedro. Apagaron los taxímetros y cobraron como tarifa mínima 10.000 pesos hasta el centro de Neiva. Ante el mínimo reclamo de los pasajeros, los obligaban a bajarse de los vehículos, como lo constató LA NACIÓN. Afortunadamente se prestó el servicio de colectivo desde y hacia la Calle del Festival hasta que finalizó el espectáculo. Sin embargo, no hubo uniformidad en los precios de los pasajes y las tarifas que se cobraron variaron entre 1.300 y 2.000 pesos. Cara y sello En la entrada VIP la situación no fue muy diferente. Afortunadamente en este sector, las vías estuvieron habilitadas todo el tiempo y las personas no tuvieron que realizar trayectos tan extenuantes para llegar a las entradas. Los parqueaderos fueron habilitados a un costado de la vía. A pesar de que la calidad de las pantallas era ostensiblemente mejor en este sector. La evidente desorganización cuestionó duramente a la organización del concierto Total Eventos. En el ambiente están las inquietudes si hubo sobreventa de las entradas o no se calculó apropiadamente el espacio para la cantidad de público que ingresó. Lo que sí es claro es que hubo hacinamiento extremo y mucho descontrol. Los asistentes a VIP no pudieron disfrutar cómodamente del espectáculo ante los tumultos, apretujones y cosquilleo que de padecieron durante el show. El callejón de la entrada a VIP se convirtió en el espacio donde centenares de personas tuvieron que escuchar al ‘Chente’. Los productores instalaron vallas supremamente altas, que además de separar a los públicos, impidió la visión hacia las tarimas. Las quejas, molestia y decepción de los asistentes fueron múltiples. Los vendedores de aguardiente Doble Anís cobraron a 35.000 pesos la media, cuando su valor en el mercado oscila en 11.000 pesos. La comercialización de cerveza no se vio en la zona, a pesar que Bavaria fue patrocinador oficial del festival. Se presentaron algunas riñas, heridos y desmayos, que no tuvieron una atención oportuna de las autoridades policiales, ante la desbordante cantidad de público que llegó al lugar. En los palcos el ambiente fue de alegría, comodidad y entusiasmo. Vicente exaltó a sus músicos, recordó a su hijo, habló de la sencillez, la humildad, el cariño y el compromiso con su público. Entregó lo mejor de su repertorio, disposición y por algunos minutos lució un poncho y sombrero huilense. El histórico concierto se cumplió, Vicente deleitó y el público padeció.