La Nación
COLUMNISTAS

Otras épocas…

La ceremonia de canonización de la Madre Laura, hízome recordar mi época de infancia cuando la gente concurría a los actos litúrgicos con vestimenta adecuada, como se dijera coloquialmente en aquellos tiempos en las zonas rurales, “con la ropa de bajar al pueblo”, o “con la pinta dominguera”, en las ciudades.

La memorización surge al ver la forma como se presentaron las persona ubicadas muy cerca del Sumo Pontífice, sobre todo las damas, luciendo decentes trajes negros u oscuros y cubriendo con rebosos sus cabezas, tradición que infundía respeto con la Casa del Señor.

Pero como las épocas van cambiando, para bien y para mal, el pañolón que usaron con recogimiento espiritual nuestras antepasadas, se redujo, primero, al manto, posteriormente a la mantilla, luego al reboso y finalmente a la “plástica”, utilizada por las niñas y jóvenes estudiantes de los colegios, siendo más notorio en los regentados por monjas, usanza ya inexistente.

Confieso que lo que escribo a renglón seguido me anima hacerlo cada vez que voy a Misa. Se han invertido tanto los valores que mucha gente no distingue entre un templo con un club campestre o una playa de bañistas. Ahora sin ningún rubor ni temor a Dios se va a la iglesia; las mujeres con mini blusas, llamadas teteras y ombligueras, y culifaldas, o en su defecto con pantalones tan ajustados al cuerpo que se hunden en sus partes íntimas. A las que les da por ponerse falda de velo o sedosa, les ocurre lo mismo. Como los calzones los cambiaron por un triangulito y una cuerda, que las mujeres púdicas las llaman gráficamente “tramojo”, pues también la tela es delatadora.

Por su lado los hombres echan mano a sus bermudas, que cuando son a rayas parecen pijamas; camiseta esqueleto y para armonizar con el paseo, las sandalias tres puntas son las precisas para su desbarate.

Recuerdo que cuando fui acólito aquí, una vez retirado de mi paso de apenas un semestre por el pre – Seminario San Luis Gonzaga de la Mesa de Elías, en el año 1956 –tengo memoria fotográfica-, una modesta fémina se acercó a recibir la Eucaristía. Yo llevaba la patena. Cuando el padre Camero, que oficiaba la misa, se percata de su pequeño escote, le dice con tono indignado: “cuando se vista bien vuelva y le doy la comunión”.

Mientras que ahora se puso de moda el blanco para las reuniones especiales, al Sagrado Templo del Creador, se va de cualquier manera rayando en la vulgaridad. ¡Qué pecado! dirían mis abuelos Cerbeleón y Teodolinda…