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Pitalito, la estrella del sur

Corrían los años 60; interno en La Mesa de Elías, compartí pupitre con Jaime Castro, Toño Molina y Gustavo A. Ordóñez, retoños de los líderes laboyanos Manuel, Angel María y el “Negro Ordóñez” respectivamente. Conocimos por la época la hidalga población. Por cualquier costado y desde lo alto, entramos en brazos del inmenso valle. Por entre la retina, se invadía mi espíritu, del verde esmeraldino propio de las gemas de  Muzo y de  Coscuez. Y se doraba en el matiz multicoloro, del artista que pintó de solferino, el caparazón de nuestros escarabajos. El sol, aún no había consumido todas las aguas de su laguna materna; así que humedecidos y empujados por la brisa verde, ocupamos el parque central. Más que pueblo grande, una ciudad pequeña, bulliciosa, alegre y consentida. Cómo la querían !! Y cómo cuidaban su calles y casas; sus templos, su estampa; su alcurnia y su raza. De estirpe española de los Reinos de Andalucía, Don Jorge Cuéllar fue sucedido en la primera alcaldía por juan Francisco Molina, José María Calderón y Leandro Parra. Como en un crisol fundidas, sangres de España y América; por salerosa y morena, una fuerza nueva, arrolladora, sin cadenas ni fronteras. Hoy, todo es grande en Pitalito; el diminutivo alarga su nombre. Son sus apellidos Cuéllar, Molina, Parra, Polanía, Calderón, Peña, Silva, Sánchez, Castro, Cantillo, Ochoa, Ayerbe, Gómez, y los de todos sus legítimos hijos. Alguna vez escribía, que para el gobierno, Neiva; Pitalito por la riqueza y para vivir Garzón. La Puerta del Macizo Colombiano, hoy se erige como capital cultural, artesanal, equina, comercial y cafetera del Huila. Taza de la excelencia y Capital del Sur, Pitalito se enlaza con Barranquilla, para ofrecerle a la humanidad la mujer más bella, y el mejor café del mundo. Las miradas de Colombia se dirigen hoy al sur, atraídas por esa estrella imantada que invita. Pitalito es fácil de querer, todas las personas son atentas, generosas, solidarias. Allí todo abunda como el agua; la belleza y elegancia tradicional de sus mujeres y el empuje de un pueblo creativo y trabajador. Con alarmante crecimiento poblacional y económico, Pitalito merece una Universidad propia, a la altura de su inminente futuro y una planificación del crecimiento urbanístico acorde con las exigencias vitales de su valle, metas al alcance de su tesón de arrecife. El primer vistazo de las gamas verdes de laboyos, recuerda los paradisíacos jardines holandeses en primavera, e invita a propios y extraños a invertir  crecer y gozar en su tierra, corriendo el riesgo de quedarse en Pitalito para siempre.