La humanidad no ha podido trascender en su vanidad, poder indebido, autoridad mal entendida, que los conflictos entre seres humanos que se presenten, se puedan resolver a través de mecanismos distintos al uso de la fuerza, de arrasar el poder bélico del uno sobre el otro. Así quedó acordado en la Carta de Naciones Unidas en 1945, luego de reflexionar la ‘Conciencia Jurídica de la Humanidad’ que si nó se extirpaba la fuerza mediante armas avasallantes, podríamos desaparecer. Por eso quedó prohibido el uso de la fuerza como forma de resolver conflictos. Sin embargo de lo anterior, siguen existiendo conflictos armados donde el derecho entra a reglamentarlo a través de lo que conocemos como el Derecho de la guerra, o Derecho Internacional Humanitario. En él se dice que hay una regulación particular entre los conflictos armados internos y los armados internacionales. En esta regulación de la guerra, se puede hacer prisionero o retenido un actor armado, con el único fin de obtener una ventaja militar, no para violar su dignidad humana. Se les denomina prisioneros de guerra cuando estamos en presencia de conflictos armados internacionales o externos y personas privadas de la libertad, en presencia de conflictos armados internos. Si en Colombia existe como en efecto lo hay, un conflicto armado interno, los actores que resulten retenidos en el fragor de la confrontación, se les debería denominar personas privadas de la libertad y no prisioneros de guerra como la insurgencia lo está refiriendo y justificando. En esta materia debe primar la sustancia y no la forma. La sustancia sería que no traten inhumanamente por ningún bando a ningún acto, pues la esencia de las normas humanitarias no es darle un nombre formal a un acto, sino que la personas que son al final quienes ponen el pecho a las balas, a las minas y a las trampas, son seres de carne y hueso que como Unamuno, nacen, crecen y sin querer mueren. Recordemos la frase hoy muy a tono con la realidad de nuestro país de un gran conocedor del padecer de la guerra que con sobrado tino afirma que “hay que hacer escuchar la voz de la razón en situaciones en que las armas acallan la conciencia de los hombres y recordar que el ser humano aun siendo prisionero, debe ser sujeto de dignidad y compasión”.