La Nación
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Respuesta a De la Espriella

 

Perfilaré mis palabras de esta columna a responder la supuesta controversia que se ha suscitado entorno a las consideraciones emitidas por el ya reconocido y polémico abogado Abelardo De La Espriella al sostener que “la Ética no tiene nada que ver con el Derecho”. En un artículo denominado por él mismo como “análisis filosófico”, el mencionado abogado hace una exposición donde procura justificar la ya citada expresión. Su disertación, edificada sobre fundamentos de la filosofía jurídica, empieza con algo que quizás algunos consideramos como impreciso. Por ello, a continuación trataré de refutar su análisis en tres puntos. Primero, “Ética y moral son la misma cosa”. Ante esta afirmación he de decir que ni en las raíces etimológicas hay tal similitud. Si bien la ética comprende los principios internos de un sujeto que le permite determinar si un acto es bueno o no, la moral por su parte se refiere a los principios externos con que un sujeto actúa conforme a su entorno. Así, hablamos que un acto es inmoral o moral si está o no en conformidad con las normas establecidas en el entorno. Estas normas se determinan por los hábitos o costumbres.

Segundo, es claro que la consideración de De la Espriella sobre que la ética no tiene nada que ver con el derecho la establece en un plano estrictamente jurídico. Lo que si no deja claro es que las construcciones legales se hacen con base a a priori éticos y morales. De hecho sostiene: “Y agrego: quien viola la ley no es un inmoral; es un delincuente”. La acción del delincuente confirma que su convicción ética y moral no se encuentra óptimamente estructurada.  El pretender desligar la Ética y la Moral del Derecho no es ninguna ganancia de la humanidad (afirmación a la que por cierto no explica por qué), sino que precisamente alimenta la tendencia des-humanizadora del Derecho condenándolo irónicamente a ser un simple aparato de manipulación del sistema penal.

Tercero, ya que cita a filósofos (quizá por eso llama a su artículo “análisis filosófico”), permítanme recurrir a esta misma estrategia argumentativa. En el intento de separación de la Ética y el Derecho se encuentra un trasfondo donde la pugna real estriba entre el deber ser y el poder ser. Las naciones productos de la modernidad (lo cual no significa que sean modernas) tienen una característica que el filósofo francés Michel Foucault llamó “normalización”, es decir una práctica donde los sujetos procuran ajustarse a las normas imperante de una sociedad. Una manera en que el poder es ejercido centrado en la vida (biopoder). Si desligamos la Ética del Derecho, entendiéndolo como práctica discursiva de poder, entonces nos quedaremos en la cosificación, en el castigo y en la docilidad. La Ética, como una cuestión de sí, parafraseando a Foucault, es la garantía que en el ejercicio de poder la vida sea valorizada. Estimaciones como las del abogado en cuestión robustecen la idea de que la formación en las ciencias humanas decaiga en la minucia neurálgica del manoseo de las leyes. A tenor de la imposibilidad de extenderme, si creen que me faltó algo por agregar, favor háganmelo saber a difecape@hotmail.com. La seguimos.