La Nación
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Se nos fue Madiba

Falleció Nelson Mandela, primer presidente negro de Sudáfrica, Nobel de paz, el gran líder sudafricano que logró acabar con el apartheid (segregación racial) en su país, quien pasó 27 años en prisión y fue liberado en ciudad del Cabo, en 1990, y sin embargo, salió a hablar de reconciliación.

Vamos a tratar de resumir las facetas de éste gran hombre: La clave de Mandela fue su carisma. Lo que él logró, ni más ni menos, fue que todo un país cambiara de opinión. Él consiguió que la población negra abandonara el impulso vengativo y optara por la reconciliación y convenció a los blancos de dejar sus temores ancestrales hacia un gobierno negro. Y no solo eso: llegó al extremo de que la mayoría de los blancos lo aceptaran como su líder.

Tenía objetivos claros y supo cómo llegar a ellos. Se preparó. Aprendió el idioma del enemigo, leyó la historia de los afrikaans (blancos descendientes de holandeses) para conocerlos mejor, y buscar puntos en común con la población negra. Transmitió coherencia entre su discurso y lo que hacía. Él ya tenía el potencial, pero lo pulió en los 27 años que estuvo en la cárcel; de todas formas hay dos Mandelas: el que entró a la cárcel y el que salió. En la prisión tuvo tiempo para reflexionar sobre los límites de lo posible y se preparó para no quedarse en la retórica, que puede satisfacer el orgullo pero no lograr los resultados. Ahí se volvió un líder pragmático. Él tenía un talento para cautivar a la gente: su sonrisa. Puede sonar banal, pero una sonrisa expresa mucho sobre la personalidad, y la de Mandela es una sonrisa de 1000 voltios, ilumina una habitación.

La importancia de Mandela perdurará en el tiempo. Será un magnífico ejemplo a seguir; las armas que usó para llegar a sus fines fueron la persuasión, el perdón y la reconciliación. Todo lo contrario están haciendo nuestros jefes de la clase política tradicional que andan en el insulto y el ataque personal. Estos prohombres fueron coequiperos y amiguis, pero ahora por la ambición del poder y la repartición de la mermelada; como bomberos se están pisando la manguera, mientras el rancho está ardiendo. Ojalá en La Habana los negociadores no se dejen contagiar, dejen los odios de clase y políticos; porque si hay desprendimiento y voluntad de parte y parte, puede haber perdón, reconciliación y paz, como lo logró Nelson Mandela (q.p.d.).