Un modelo económico caduco

Por: Piero Emmanuel Silva Arce

En el primer capítulo de su libro titulado Obra selecta (2017), Salomón Kalmanovitz comienza afirmando que en Colombia “los recursos económicos, en particular la tierra, han sido concentrados y el sistema político impide que tributen y se redistribuyan”; además, afirma que el crecimiento económico ha sido deficiente y absolutamente dependiente del azaroso mercado de las materias primas, esto es, la economía nacional se encuentra moribunda debido al empecinamiento de los gobiernos por continuar con el modelo extractivista.

Unos procesos de modernización precarios y asociados a momentos de explotación de materias primas, como fue el caso del café durante la primera mitad del siglo XX, y un modelo de tenencia de tierra improductiva y extensiva, han dejado una economía débil en Colombia. Esto se ve reflejado en que vivimos en una de las sociedades más desiguales del mundo; para el año 2010 el 1% de los individuos poseía el 20.4% del ingreso nacional (Kalmanovitz, 2017). La mayoría de los sectores más ricos chupan de las ganancias dejadas por el uso del suelo; son mucho más los rentistas que los empresarios. Los privilegios de las rentas son parte de un proceso de concentración de la tierra con baja carga impositiva y un limitado acceso para la mayoría de los ciudadanos a recursos naturales, posibilidades empresariales, derechos fundamentales y presupuestos públicos. Esos monopolios económicos y políticos han generado que sectores de las élites utilicen ejércitos privados para defender sus fortunas. Se puede decir que la violencia es dinamizadora de procesos de acumulación, en medio de un Estado proclive al servicio de intereses privados, profanando constantemente el interés público.

En esta dinámica de acumulación absurda de la tierra, la ganadería y sus promotores han arrasado con las comunidades, con los ecosistemas, con la vida, con la igualdad, con la democracia y con la paz. La ganadería extensiva, con la violencia a su favor, ha ido dejando una estela de tierra muerta, a costa de enriquecer irracionalmente a familias avaras y mezquinas. Vastos territorios a lo largo y ancho de la geografía nacional han quedado reducidos a carreteras, haciendas y potreros, socavando progresivamente la posibilidad de detener la crisis climática que continúa deteriorando la calidad de la vida en el planeta. Ante esto, como ciudadanos debemos reflexionar y buscar alternativas que promuevan modelos económicos sostenibles y capaces de regenerar lo que las ridículas ansias de riqueza han destruido.

 

 

 

 

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