La Nación
OPINIÓN

Una cárcel para mi país

O dos o tres, cuantas más, mejor.   El problema con el Sistema Carcelario en Colombia se traduce en una sola cosa: Mejores cárceles, más completas, con instalaciones más dignas para albergar a seres humanos y mayores recursos para procurar su bienestar. Pero sin dejar de ser lo que son: Lugares de reclusión para personas que hayan cometido delitos cuya gravedad amerite que se encuentren privados de la libertad.

Hace un año o menos, el entonces ministro de Justicia y del Derecho, ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ, prometía un plan carcelario que incluía una serie de cárceles ecológicas y auto sostenibles, que pondrían fin al hacinamiento que observamos a día de hoy y que no solo afecta la vida y la dignidad humana de los reos, sino también la de sus guardianes, ¿Cómo ira dicho proyecto?

Los campanazos de alerta han retumbado con tal fuerza, que incluso el año pasado en la Cárcel de barranquilla más de 17 reclusos fueron incinerados en una conflagración presentada en dicha instalación penitenciaria.

El INPEC ya dio el primer aviso al mantener un paro corto pero contundente peticionando no solo a favor de los miembros de dicha institución sino también para sus vigilados.

Basta no más con ir a cualquier cárcel del país y darse cuenta de las condiciones de insalubridad en que viven las personas allí retenidas. Celdas compartidas, inexistencia de camas, un baño para 200 o 300 personas, alimentos en mal estado, son un pequeño abrebocas de esta crítica situación.

Hasta ahora, la solución más “lógica” ha resultado ser una serie de medidas que conllevan a liberar presos a gran escala sin consideración alguna de la gravedad del delito cometido, basta no más con que cumpla por lo menos el 50% de la pena impuesta para que esto suceda.

 Por supuesto que este tipo de medidas, lo único que produce es un lunar más en nuestro sistema carcelario y judicial, es ni más ni menos que una burla para las víctimas que bastante tuvieron con que sus victimarios en un principio de salieran con las suyas, y ahora después de que la Justicia les condenara, salgan a las calles muy seguramente a seguir delinquiendo. ¡Que genialidad de política criminal la que tenemos en nuestra país!. Es como si un cazador gastara tiempo, esfuerzo y recursos para encontrar un animal de caza y una vez capturado lo dejara libre, con la gran diferencia, de que él animal es inocente.

De otro lado, no solo resulta preocupante la baja calidad de vida de los reclusos que por sorprendente que parezca, en muchos casos es mejor que la que tenían en las calles, sin techo y sin comida diaria. La impunidad que se vive dentro de dichas paredes a donde la ley los envía es tal, que no resulta en una oportunidad para que el reo se resocialice y piense en el mal que ha hecho durante su vida, sino la ocasión para re-potencializar todo su portafolio de actividades criminales.

Extorsiones, secuestros, atentados, son algunos de los delitos que se fraguan dentro de las cárceles colombianas, y todo ello porque los controles en muchos casos son mínimos o inexistentes a causa de la mirada cómplice de algunos guardas que se lucran por el solo hecho de no hacer la labor encomendada.

Luego, paralelamente a lo que podría ser un ambicioso plan de educación que aleje a los niños y jóvenes de las calles, debemos abogar por cárceles más seguras que garanticen la integridad y salubridad de los reclusos y por supuesto que haya cero tolerancia con la impunidad y la reincidencia. En pocas palabras, que vivan en una jaula de oro, pero al fin y al cabo jaula.