La Nación
Vegalarga, una población que persiste en medio del olvido 1 4 mayo, 2024
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Vegalarga, una población que persiste en medio del olvido

Aunque aún son notables las huellas que dejaron los dos últimos atentados en Vegalarga, sus habitantes siguen en la lucha

Aunque aún son notables las huellas que dejaron los dos últimos atentados en Vegalarga, sus habitantes siguen en la lucha por sobreponerse a las dificultades. Pese a ser una población notablemente afectada por el conflicto armado, varias familias han reconstruido lo que la guerra les quitó en el pasado. Informe especial LA NACIÓN, NEIVA Esperanza es lo que se respira en el ambiente en el que viven hoy los habitantes del centro poblado de Vegalarga. Lo anterior, pese a que aún persisten las huellas dejadas en sus habitantes y en su infraestructura por los atentados terroristas.  Los habitantes de Vegalarga hoy viven en un ambiente de confianza.Vegalarga sintió el rigor de la guerra el 30 de noviembre de 2010 y el 23 marzo de 2011, cuando dos ‘carros-bomba’ acabaron con la tranquilidad de esta pequeña población, destruyó varias viviendas, mientras que el primer hecho terrorista acabó con la vida de dos personas. Con el tesón que caracteriza a esta población campesina del oriente de Neiva, muchas familias se han levantado de nuevo y luchan por reconstruir sus vidas y lo que la guerra les quitó. Aunque muchos campesinos se fueron para proteger sus vidas y la de sus familias por temor a un nuevo atentado, algunas han retornado para empezar de nuevo. Los pobladores que un día huyeron de las calles, hoy vuelven a caminar por ellas. Muchos consideran que la confianza ha retornado a Vegalarga, y que esa tierra que los vio nacer y que les permitió construir sus vidas,  es la misma en la que desean seguir adelante, a pesar de la poca inversión y el olvido en que consideran, los tiene el Estado. El último atentado en marzo de 2011, dejó cuatro viviendas totalmente destruidas.Las secuelas que ha dejado el conflicto armado, los estragos causados por la pasada ola invernal en abril de 2011, los problemas que afronta gran parte del campesinado por la crisis del sector cafetero, y el temor que aún se percibe entre la población, no han sido razones suficientes para que una de las principales despensas agrícolas de Neiva luche por surgir nuevamente en medio de la adversidad. La esperanza reina Pese a que las huellas que dejó el conflicto armado en el pasado aún persisten en las casas que durante años han estado destruidas cerca a la Estación de Policía, y en sitios como el polideportivo, en donde se ven los huecos dejados por las esquirlas del último ‘carro bomba’ el 23 de marzo de 2011, los pobladores de Vegalarga hoy caminan por las calles en Las familias afectadas por el último ‘carro-bomba’, decidieron reconstruir sus casas e iniciar una nueva vida.medio de un ambiente de esperanza que se refleja en la gran cantidad de negocios que han vuelto a abrir sus puertas. Vegalarga, despensa agrícola de Neiva y una de las principales zonas cafeteras de la capital huilense, ha sido la segunda población más atacada del país, blanco de 26 atentados en los últimos 12 años, tiempo durante el cual sus habitantes han tenido que ver cómo las Farc destruyen lo que por años lucharon por construir. “La gente hoy vive tranquila, a pesar de todos los problemas del pasado. La población ha recuperado la confianza porque Vegalarga es una zona buena para vivir, una región productiva y eso hace que las personas que se fueron, estén retornando”, afirma Jorge Eliécer Rodríguez, líder comunal, quien recuerda la crudeza de los momentos que vivieron el 30 de noviembre de 2010, cuando explotó un vehículo frente a la Estación de Policía, hecho en el que murieron Ferley Mosquera, conductor del automotor, y el intendente de la Policía, Diego Ómar Sánchez López. “Nosotros recogimos la partes del cuerpo del conductor, que estaban tiradas por toda la vía”, recuerda el dirigente. Según Rodríguez, algunas familias que no se atreven a volver a sus casas por temor han elegido radicarse en las viviendas de sus vecinos, familiares o incluso pagan arriendo (siempre y cuando estén alejadas de la Estación de Policía), porque se resisten a abandonar la tierra que un día los vio progresar. “La gente sigue en pie, trabajando. Los que no están donde los vecinos, están pagando arriendo o se han trasladado al campo a trabajar, porque Vegalarga   hace parte de la vida de estas familias, aunque aún existan ciertos temores. A pesar de que lo perdieron todo, varias familias siguen subsistiendo en Vegalarga, siguen trabajando bajo la esperanza de que éste es el sitio donde deben estar”, añade el líder comunal. Las calles que hasta hace unos meses eran poco concurridas, hoy han vuelto a ser transitadas masivamente. Tiendas, supermercados, panaderías y restaurantes, hacen parte de una actividad comercial que estuvo a punto de desaparecer. “Hay mayor confianza, se respira un ambiente de tranquilidad, la gente ha vuelto a salir, los niños a jugar en las noches, entonces esos son signos claros de que se respira otro ambiente”, asegura el padre Hugo Ferney Narváez Perdomo, párroco de la iglesia ‘Nuestra Señora de Chiquinquirá’ y quien lleva dos años prestando sus servicios en el corregimiento. Poca inversión, el otro enemigo Sin duda alguna los habitantes de Vegalarga recuerdan, con lujo de detalles, la histórica visita el 30 de marzo de 2011 del entonces ministro de Defensa Rodrigo Rivera, además de quien en aquella ocasión era la ministra de Vivienda, Beatriz Uribe Botero. Junto a ellos, por primera vez un gobernador del Huila y un Alcalde de Neiva también pisaban el suelo de esta próspera tierra que una semana antes había sido afectada por la detonación de un ‘carro-bomba’ que destruyó cuatro casas, causó daños en otras 12 viviendas, además de las afectaciones que sufrió la infraestructura del colegio ‘Roberto Durán Alvira’, el puesto de salud y la iglesia. “En el caso del colegio Roberto Durán Alvira, se habían comprometido a hacer una inversión de $600 millones, y $80 millones  para el centro de salud, además de la reconstrucción de las viviendas afectadas, pero nada de eso se ha cumplido, todo resultó ser una película de ficción, con la excusa de que no se puede invertir porque Vegalarga está en zona de alto riesgo”, asegura Jorge Eliécer Rodríguez. De acuerdo con el líder comunitario, las viviendas han sido poco a poco reconstruidas por el esfuerzo mismo de las familias, mientras que parte de la infraestructura del colegio sigue sin ser usada desde hace más de año  y medio, por el peligro que representa para los estudiantes. “El colegio se ha arreglado un poco con el esfuerzo de la comunidad y la empresa privada, se hicieron algunos arreglos provisionales, sobretodo en la fachada, pero aún falta mucho para hacerle. Una parte de las instalaciones del colegio no está siendo usada, por el riesgo que representa para los estudiantes. Los niños se han trasladado a otras sedes educativas del corregimiento y así se ha mantenido el colegio este año”, asegura Rodríguez. “En el caso del centro de salud la nueva gerente está haciendo una inversión para cubrir aquellas mentiras que dijo el gobierno nacional y departamental”, manifiesta el dirigente comunal, quien añade que la poca inversión social por parte del Estado ha sido junto al conflicto, el mayor obstáculo en el progreso de Vegalarga. “El vacío, por el abandono en que nos han tenido los gobiernos departamentales y municipales, es bastante grande por la escasa inversión social, y no vemos el cambio en el corregimiento por eso, porque es una zona que está acabada totalmente en vías, en infraestructura, salud, educación”, asegura Rodríguez. “Vegalarga siempre ha estado olvidada”, señala uno de sus habitantes, mientras recoge parte de los escombros de una de las viviendas cercanas a la Estación de Policía, que por años ha permanecido destruida, y que son el vivo reflejo del rigor de la guerra. “Desde la primera toma guerrillera, en julio del año 2000, varios casas quedaron totalmente destruidas y a las familias afectadas en ese entonces nunca les dieron ningún subsidio. A las familias afectadas en el último carro bomba les dieron un millón de pesos, pero la reconstrucción cuesta mucho más. Hay casas a las que le han invertido $40 millones y aún no las terminan. El que ha reconstruido es porque se ha metido la mano al dril”, agrega el hombre que prefirió omitir su nombre, mientras toma un lazo y una carretilla. ¿Zona de alto riesgo? Para Orlando Flórez, corregidor de Vegalarga, la ausencia de inversión social por parte de los gobiernos Nacional, Departamental y Municipal, se debe en gran parte al hecho de que el corregimiento aparezca dentro del Plan de Ordenamiento Territorial como zona de alto riesgo. “No se ha hecho ninguna reparación respecto a los daños causados por los diferentes atentados que se registraron en los dos últimos años, situación que obedece a que la población aparece en zona de alto riesgo en el POT, desde hace 10 años”, expresa el dirigente comunitario. “Eso no ha sido determinado, está supeditado a un estudio geológico y lo que se acordó el pasado sábado, en el primer consejo comunal que se hace en Vegalarga con la presencia del Alcalde y su gabinete, fue que a Julio del 2013 ya debe estar ese estudio”, señala Flórez, quien asegura además que “las familias afectadas siguen a la espera de una ayuda por parte del Estado”. A lo anterior se suma la crisis por la avalancha en abril de 2011, que afectó siete viviendas, las instalaciones del colegio Roberto Durán Alvira, y dejó cinco personas heridas. “A estas familias, es la fecha que tampoco les han brindado ningún subsidio. Varios campesinos perdimos los cultivos de café y hasta ahora no hemos recibido ayudas del Estado”, asegura el presidente de los ediles, Jorge Eliécer Rodríguez. A pesar de las diversas dificultades que han debido afrontar, gran parte de las familias víctimas del conflicto y del olvido en que los ha tenido sumidos el Estado durante décadas, han decidido recoger los escombros y reconstruir sus viviendas, sus negocios y la vida que en el pasado la guerra les quitó. (Espere en nuestra edición de mañana el resurgir de los habitantes de Vegalarga).