La Nación
COLUMNISTAS

Verdadera revolución humana

El comentario de Elías

‘El beso del francés’, novela histórica escrita por Carlos Orlando Pardo, encanta por su dimensión humana, por superar la historia triunfalista de vencedores y la resentida de vencidos, la monótona historia oficial contaminada de mandatarios anodinos o extravagantes. Por rebasar la historia política y develar el alma de un pueblo, la historia del ser humano.

El lector emerge en la segunda mitad del siglo XIX colombiano. Vive en 449 páginas un insólito pero revelador juego de paradojas. Un francés, Desirè Angee, abandona las guerras napoleónicas para caer en las confrontaciones liberales-conservadoras de Colombia, ecos del conflicto francés. Busca un paraíso para encontrar un infierno. Quiere un lugar apacible y le toca enfrentarse al general Isidro Parra, un caudillo liberal mosquerista.

Más bellas, por humanas, resultan las paradojas de Mercedes González. Quiere ser monja por siempre y la guerra la lanza al mundo. Desea huir a Venezuela y las circunstancias o voces del Destino la retienen en Bogotá. Quiere conservar la moral de una monja y se le despiertan los instintos irracionales de su cuerpo de mujer. Quiere huir de ese conflicto interior y de nuevo el Destino la pone ante la belleza física y humana del francés. Y la voz de las circunstancias teje persistente y silenciosamente la vida de los personajes. Desirè y Mercedes son empujados a viajar juntos a una región en plena colonización. La aventura termina en el triunfo de la carne y del amor. ‘…abandonándose a la perdición salvadora, sintió la excitación por el abrazo fuerte y prolongado, por la caricia fogosa sobre sus senos…’ De nada sirvieron las distancias entre los dos: ateísmo y catolicismo, cultura francesa y colombiana. Ni siquiera el cuadro histórico de la torpe confrontación ideológica. El amor florece aún en las peores malezas. Aún en los desastres, el ser humano avanza a su cúspide.

Isidro Parra, el menos paradójico, vive y muere en la lógica del conflicto ideológico. Defendió radicalmente el liberalismo y fundó colonias. Su muerte brutal perpetrada por conservadores, atado desnudo en plaza para escarmiento y escarnio público, devela la barbarie y el espejismo de la guerra política. Desastre universal, igual para El Líbano (Tolima) o para Colombia. Conlleva también la más bella de todas las paradojas: las guerras políticas sólo sirven para alimentar el chimpancé interior, contrarias a las del amor que construyen liberaciones del cuerpo y alma. Razón tenía Marx al leer la historia en las obras literarias. Sólo allí podía ver la evolución de la conciencia, la verdadera revolución humana.
lunpapel@gmail.com