Y llegó la tercera ola del virus

 

Esperanza Andrade

Como estábamos advertidos, con el ejemplo y antecedente de Europa, acorralada por el Covid-19, y países que han tenido que regresar a los confinamientos extremos, que parecían cosa del pasado, Colombia, en general, está ingresando al temido tercer pico de la pandemia.

El aumento de contagios, muertes por el virus y la alta ocupación de unidades de cuidados intensivos, con ciudades que ya están en alerta roja, y aún pendientes de las consecuencias de las aglomeraciones y excesos de Semana Santa, el país está obligado a nuevas medidas excepcionales para tratar de contener las consecuencias.

Compartimos y respaldamos las acciones para evitar que el nuevo pico alcance los registros de infecciones y fallecimientos del primer mes de 2021, el más crítico durante el año de emergencia, que nos ha costado más de 64 mil familiares y amigos. A todos ellos, nuestra solidaridad.

Por eso, es válido prever y operar un juicioso, responsable y severo plan de contingencia en materia de exigencias y restricciones en salud, que eviten el desbordamiento del sistema y salve vidas; así como en la movilidad social y la actividad productiva, claro, atendiendo la realidad epidemiológica y la capacidad de respuesta hospitalaria de las regiones.

Aunque el Gobierno ha mejorado y avanzado en políticas y logros para controlar la crisis, como el aumento de UCI, toma de muestras, equipos, máquinas, preparación del personal de salud, etc, y el plan de vacunación, que genera grandes expectativas, ya cuenta con 41.5 millones de dosis adquiridas, para vacunar a 35 millones de ciudadanos, no se está cumpliendo de manera rápida y eficaz.

Se propuso una meta de aplicación de 3.427.860 dosis para marzo, pero no se logró. En abril, el desafío es de 6.855.019 dosis. Y la gran preocupación es que se sabe que hay deficiencia en el número de vacunas necesarias.

Con ese escenario también hay que atender las consecuencias socioeconómicas de nuevas cuarentenas. No se puede enviar mensajes confusos a una población atemorizada por su salud y el bolsillo, además del anuncio amenazante de una reforma tributaria, que extendería el viacrucis de millones de hogares, microempresarios y trabajadores. Debe ser propósito nacional reducir el desempleo, crear nuevas plazas, disminuir la pobreza y acabar las desigualdades, impulsando los sectores y empresas generadoras de trabajo.

Estoy convencida de que, armonizando el control del virus y la reactivación económica, con sensatez, correctas y prudentes decisiones y justo equilibrio, el país va a soportar el rebrote y tener un gran año de progreso y desarrollo para crecer a tasas de 4 o 5 ciento, como es nuestra esperanza y la de todos los colombianos.

 

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