La Nación
Cara a cara con la muerte 3 26 abril, 2024
INVESTIGACIÓN

Cara a cara con la muerte

Cara a cara con la muerte 9 26 abril, 2024Desactivar una ‘bomba’, es una de las tareas más peligrosas del mundo. Para hacerlo se debe tener la capacidad física y mental para no cometer el más mínimo error, siempre pensando en proteger su integridad y la de los demás.

Así en medio del peligro constante transcurre la vida del intendente Norberto Alonso Vidarte, quien a sus 36 años de edad, es uno de los dos técnicos antiexplosivistas de la Policía Metropolitana de Neiva.

Lleva 19 años trabajando en la Institución, los últimos cuatro ha tenido que salir de su casa a la hora que sea para cumplir con la misión que según él Dios le puso en sus manos, las mismas encargadas de evitar que cualquier artefacto explosivo haga detonación y pueda causar víctimas humanas.

“Antes de optar por este oficio uno lo piensa mucho, porque uno no sabe si salga vivo o muerto, los artefactos explosivos o ‘bombas’ como lo gente suele llamarlos, tienen su forma y diferentes maneras de detonación. Para ser técnico antiexplosivos, se tiene que tener el perfil para trabajar bajo presión, influye mucho la parte psicológica. Uno lo piensa porque sabe a qué se va a enfrentar más que cualquier persona, hay que saber manejar los nervios y ajustar los protocolos para trabajar con los medios técnicos. Para ser un técnico, hay que hacer un curso con una duración de 14 meses, donde se ven materias como química, electrónica, electricidad, desactivación de artefactos explosivos, componentes de cómo están armados, cómo desarmarlos, el tipo de fabricación, de que elementos de la naturaleza los pueden sacar”. Afirma Vidarte, mientras señala algunos elementos que están dentro de la oficina, los cuales utiliza cada vez que sale a una misión.

Amenazas constantes

Para Norberto, es muy frecuente que le toqué salir de su casa a cualquier hora a una zona donde pueda haber un posible artefacto explosivo.

“Entre semana se pueden hacer hasta cinco revisiones, muchas veces la misma comunidad se encarga de generar zozobra, personas que sacan una maleta y la dejan por ahí tirada, vehículos y motos abandonadas toca revisarlos eso genera un desgaste físico, porque solo hay dos unidades que trabajamos las 24 horas del día, durante todo el año. La comunidad debería colaborar más en ese sentido”.

La Familia

A sus 36 años Norberto, ya tiene conformada una familia, lleva 10 años casado y es padre de una niña de 9 años de edad, su gran debilidad y hablar de ellas no puede evitar que sus ojos se llenen de lágrimas.

“Dentro de la profesión la familia siempre es un poco ajena, son muy recíprocos a lo que uno hace y comienzan a hablar de los riesgos a los que se enfrenta uno. Tenemos ese don, Dios, nos dio esa capacidad de salvar vidas, esto es la profesión de uno y es lo que nos gusta hacer, nunca nos podemos echar para atrás tenemos que aportarle a este país”.

‘Errar no es una opción’

Por eso sostiene que ni un solo detalle se puede quedar por fuera a la hora ir a desactivar un artefacto explosivo. “Cuando reportan la novedad de algún explosivo, uno planea metódicamente qué se va hacer, comienza a preguntar cómo es el sitio, cómo puedo llegar, por qué lo pusieron ahí, contra qué pueden atentar. Qué tipo de explosivo puede tener, qué tanto daño pueden causar a la comunidad”.

Avanzar hacia algo que puede hacer bastante daño, genera presión, Vidarte, siempre está acompañado de un sargento el otro técnico, son la sombra de cada uno.

“Hay días en que alguno de los dos pueda estar bajo de nota o estresado y es mejor que no vaya, depende de cómo esté el día anímico del compañero. Uno conoce más al mismo compañero que a la misma familia, puede ser que no haya tenido un buen día, o algún problema en la casa, uno siente el ánimo y eso puede afectar el procedimiento. Pero siempre tienen que haber dos, simplemente hay equipos como el traje que no me lo puedo poner solo, hay posibilidad de que la onda explosiva entre por algún lugar y haga daño en los órganos”.

En medio del riesgo, lo primero que se les pasa por la mente al estar frente al explosivo es eliminarlo, atacarlo de la manera menos dañina y evitar hacer lo que el subversivo quería hacer, no cumplir con ese objetivo.

“Usted al colocar un artefacto puede calcular el daño. No siempre la atención de incidente va a hacer positivo. La Metropolitana tiene altos casos de incidentes. Este año mal contado llevamos 8 desactivaciones, fuera de los casos que se atienden de destrucciones”.

Los más usuales

Durante los últimos dos meses, Neiva ha sido blanco de varios atentados, donde la mayoría de explosivos son de fabricación artesanal. El anfo casero lo hacen de un fertilizante llamado Nitrato de Amonio, pentolita, cordón detonante, sistemas de radio frecuencia, y mecha de seguridad, esta última dependiendo de la cantidad le da una distancia al verdugo para que huya.

“Después de que usted lo prenda así le eche agua al artefacto no le va poder apagar. Para transportarlos, depende de la malicia del terrorista donde le cause menor sospecha a las autoridades, la mayoría son transportados en alimentos perecederos”.

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En algunos casos, los procedimientos con robots no aplican, aunque ellos son muy útiles. Tienen cuatro cámaras, que permiten ver cómo están armados, tienen una garra y un cañón reductor con un chorro de agua de alta presión que ayuda a romper los elementos con los que está armado el explosivo que siempre tendrá tres cosas importantes, un sistema de activación, otro de ignición y el explosivo. Con uno de los tres que separe ya puede comenzar a desactivar. Los detonadores son muy sensibles a la chispa, y a la estática.

Cuando se trata de sistemas eléctricos, un celular puede activar un explosivo. “Poseemos un equipo que es un inhibidor de frecuencia que usamos en casos donde se bloquea todo tipo de señales que dan un rango de seguridad de 100 metros a la redonda, aleja la señal. Dependiendo de la elaboración sabemos cómo atacar el explosivo. Utilizamos nuestras manos en un 80 por ciento. El traje tiene un peso de 55 kilos, que nos proteja en una explosión, depende del tipo y cantidad del explosivo”
A Norberto Alonso, solo le falta un año para decidir si pensionarse o seguir trabajando, es neivano de nacimiento, Llegó al departamento del Huila en el año 2005 tras pasar varios años en la Policía Metropolitana de Bogotá, quería aportarle a su tierra.

Casos como el de Vegalarga, han marcado su vida y la de compañeros, allí la guerrilla de las Farc, cargó un carro con 140 kilos de explosivos y le dijo al conductor que pasara por la estación de Policía, cuando pasaron activaron la carga. Fue asesinado el comandante y murió el conductor del vehículo.

A los 15 días volvieron y dejaron otra con el mismo modus operandi, estaban haciendo la desactivación pero al parecer, la carga fue activada electrónicamente por los subversivos.

Momentos de angustia

“En Algeciras, donde por cuestiones de Dios, iba atender un caso me di cuenta de que estaba encima de otra bomba. En ese momento la reacción mía fue salir corriendo, era un cilindro de 40 kilos, la onda en explosiva viaja a una velocidad impresionante, no le da tiempo de nada. La reacción tiene que ser inmediata, los equipos permanece listos las 24 horas del día solo se bajan para mantenimiento preventivo”.

Otro de los casos que recuerda frecuentemente Norberto Alonso Vidarte es del el cilindro de 40 kilos, abandonado en el barrio El Limonar, en el sur de la capital huilense.
“Causó bastante daño a la comunidad, recuerdo mucho eso, los compañeros comenzaron a retirar a la gente y fue ahí cuando les activaron la carga”.

¿Ahora qué?

“Me falta un año para pensionarme, estoy muy joven tengo 36 años, puedo seguir sirviendo a la comunidad o salir a descansar. Siempre que voy salir me encomiendo a Dios, y rezo esta oración. ‘Con tu sangre preciosa protégeme señor y dame tu poder en mis manos’, son mis manos la capacitadas para salvaguardar la integridad mía y la de población”.

Y precisamente, cuando terminábamos la entrevista, sonó el celular del intendente Vidarte , tenía que alistarse para una misión, aún no sabía para donde tenía que marchar.

“Solo me dijeron que íbamos a salir”. Minutos más tarde se supo que logró neutralizar un atentando, al desactivar un artefacto explosivo de 100 gramos de pentolita, con capacidad de un radio de acción de 10 metros a la redonda, el cual era transportado por dos adolescentes a bordo de un motocicleta en el sur de Neiva.