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‘DESIERTO QUE MONOLOGA’

Si no hubiese sido por Eva, todavía estaríamos anclados en el paraíso terrenal, felices como una vaca, sin conciencia humana. Ella simboliza el eterno femenino, según Goethe, el encargado de las transformaciones pequeñas. Como Pandora, la griega, desencadenó las dificultades a superar para volver a la tierra prometida. Madre bíblica que inició esta rebelión para aspirar a la cima de lo humano.

La literatura, de estirpe femenina, devela mejor la esencia de ese secreto. El antiguo Ulises invirtió gran parte de su vida en guerras ajenas, sometiendo ciudades lejanas, luchando a favor de despóticos invasores, tejiendo astucias para engañar enemigos, promoviendo el estatus del héroe militar. Empresas típicamente masculinas.

Mientras Penélope resistía silenciosamente en su isla, conquistando su territorio interior, rebelándose inteligentemente contra los asedios de sus pretendientes. A la guerra opuso amor; a los delirios masculinos, la delicadeza de lo femenino; a las equívocas convulsiones de lo grande, las sólidas revoluciones de lo pequeño.

Transformaciones silenciosas que no registra la Historia a pesar de sus grandezas. ‘La perfección no es cosa pequeña, pero está hecha de pequeñas cosas’ decía Miguel Ángel.

De ese talante es la compleja vida y obra de Violette Leduc, escritora francesa. Ya el título de sus obras, L'Asphyxie, Ravages…revelan el dolor de existir. Su trabajo cumbre, La Bâtarde,  novela autobiográfica, narra su infancia plagada de oprobios y su difícil vida en París. Despliega una escritura tormentosa, sincera hasta tocar los predios del cinismo. La combinación del lenguaje hablado con el literario la convierte en una autora entrañable. Poderosas metáforas surgen en su lectura: ‘Soy un desierto que monologa’. Escritura libre que libera los fantasmas encarcelados en los laberintos de la moral: atracción por ambos sexos, lesbianismo y homosexualismo, el doloroso egoísmo, las dudas corrosivas, la depredadora soledad, sus amores siempre fallidos, el acecho de la locura…

La aparición de la novela removió la mojigatería francesa. Pero Cocteau, Sartre, Simone de Beauvoir, Genet… le dieron la bienvenida. Comprendieron la revolución de las pequeñas cosas que había en su vida y en su escritura. Apoyaron su lucha para depurar la bisexualidad, la bastardía, el lesbianismo, la libertad femenina…  de las miradas timoratas que tanto destruyen al ser humano. Quizás  recordaban a  Rimbaud, otro grande, quien criticaba la sociedad sometida por la máquina masculina. ‘Cuando comprendamos el lado oscuro de lo femenino, entonces podremos vivir en armonía’, concluía el poeta francés.
 
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Nota: Martín Provost, director de cine, tiene en cartelera la película Violette. También la pueden ver en la red. Vale la pena.