La Nación
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Hablar de paz, Por Álvaro Carrera Carrera

Han transcurrido varios años desde que soportamos en Neiva a ilustres y laureados académicos explicando las últimas doctrinas sobre la legitimidad Han transcurrido varios años desde que soportamos en Neiva a ilustres y laureados académicos explicando las últimas doctrinas sobre la legitimidad del secuestro como medio de lucha social (ciclo Samper-Pastrana). Es posible que estos innovadores hoy no se atrevan a formular estas avanzadas y progresistas interpretaciones del derecho. Sin embargo, esta erudición hace parte del lenguaje de hojarasca ideológica que todo lo justifica, incluso en una mesa de negociación para la paz. Otra vez un burgués progresista del Chicó, con mal disimulado sentimiento de culpa por su origen cómodo, blando y complacido por la fortuna, llama a la mesa, al famoso diálogo. Liberal con dificultad para entender el origen histórico de su partido, el reconocimiento del valor supremo del individuo como tal. Sus asesores, liberales que entregan los principios a cambio de negociarlo todo; que se honran con la amistad de Chávez, violador de las libertades en Venezuela; que hacen nido con enemigos del Estado como la señora Córdoba. El escenario máximo, Cuba; sometida por los hermanos Castro, con prontuario de intervención en los asuntos internos de Colombia y de protección a los enemigos de su seguridad; país donde está proscrito el pensamiento libre; nada menos, que como garante. Los comisionados, simpatizantes del radicalismo; la teoría es que designar voceros a los amigos de los enemigos, es inteligente. Y desde luego, la contraparte, forjada en la disciplina de todas las formas de lucha, que no permite desaprovechar la oportunidad de engañar y avanzar aprovechando la amistad del enemigo. En este ambiente de morboso reality, cada sujeto cumplirá un papel que parece escrito décadas atrás. Se puede determinar cuándo comienza la comedia, pero muy difícil cuando termina; para unos, durará lo suficiente para mejorar las encuestas; para los otros, hasta recuperar sus letales fuerzas. Para completar, un viejo participante en estos escenarios; un tal Gavino, pide ingresar. Ya las pantallas le han favorecido en el mismo escenario del Caribe; su rostro ahora desencajado por los años y por una crónica de atentados sangrientos, no deja ver su ego; el mismo que lo retiene en su pequeña corte, en el poder de la violencia fortalecida por el narcotráfico. Para todos, Cuba es su escenario de abrazos, y estímulo de intelectuales adscritos a los Castro. Puede significar nuevas fuerzas y armas extremistas. El error mayor siempre presente en los intentos de reglamentar la paz por medio de acuerdos, es desconocer la naturaleza síquica de una de las partes. El ilustre presidente desea no repetir errores; pero el diálogo, por sí, es una invitación a la retórica interminable, a la que está acostumbrada su contraparte.