La Nación
EDITORIAL

Hada madrina RIP

Súbitamente, sin previo aviso de sus gravísimas dolencias, se ha ido una de las más destacadas legisladoras que ha tenido el país en las dos recientes décadas, comprometida a fondo en un asunto que al grueso de los colombianos, y con mayor omisión a sus mismos colegas, poco o nada les parecía como elemento clave del accionar político: la defensa de los niños, de sus derechos y, sobre todo, protegerlos de sus mayores depredadores – doloroso es decirlo – los adultos y en muchas ocasiones su propios parientes. Quizá a casi nadie le interesaba contemplar en su agenda política y electoral a los menores de edad porque, justamente por ello, su condición de no-ciudadanos los hacía invisibles al “mercado de los votos”, y como ellos no tienen la capacidad directa de elegir y ser elegidos, pasaban a segundo y tercer plano en las muy “serias” discusiones de los congresistas y del alto poder del Estado.

Fue ella, Gilma Jiménez, la encargada de pellizcar la sensibilidad nacional, de cargar en sus brazos a los más pequeños, de socorrerlos mediante hechos y actos jurídicos y administrativos, de convertirlos en parte central de las políticas oficiales. Fue Gilma, aquella desconocida funcionaria que a comienzos del siglo XXI el entonces alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa encargó de tareas sociales que, hasta ese momento, no pasaban de ser grises y desangeladas oficinas del Distrito. Allí se le conoció su alto sentido de amor y sensibilidad social por los más desprotegidos de entre los más indefensos, los niños; aquellos seres que, sometidos a la autoridad y condiciones de los adultos, terminan en muchísimos casos convertidos en víctimas de horrendos abusos sexuales, laborales y sicológicos.

Fue ella, Gilma Jiménez, la mujer que con un marcado sonsonete, a la manera del pajarito sirirí o del carpintero, empezó a taladrar el oído y el espíritu nacional día a día, debate tras debate, para que percibiéramos el hondo valor que los niños tienen para la sociedad, valor siempre entendido pero nunca correspondido para unos adultos que no pasamos, en muchos casos, de decir que “los niños son el futuro” pero les pisoteamos ese mañana, les cercenamos sus derechos, abusamos de su inferioridad y los convertimos hasta en carne de cañón de la detestable guerra interna.

Fue Gilma, la concejal de Bogotá que saltó, gracias a esa terquedad, al Senado de la República con una fantástica votación que no se soñaba el mejor de los “caciques” políticos. Más de 200 mil colombianos se sintieron tocados por Gilma y su persistente tarea por los niños, con énfasis contra los violadores y asesinos a tal punto que llevó a la puerta del referendo una reforma constitucional para someterlos a cadena perpetua. Pero, ah cosas de la democracia, el referendo de Gilma fue embolatado, lo traspapelaron en la tramitomanía y las triquiñuelas y lo hundieron sin dar oportunidad de que los ciudadanos, aquél Constituyente Primario, definiera si esos monstruos merecen ese castigo o les permitimos que puedan salir de las cárceles y persistir en sus horrendas prácticas. Se fue Gilma Jiménez. Los niños han perdido a su hada madrina.

“Se fue Gilma Jiménez. Los niños han perdido a su hada madrina”.

Editorialito

Terminaron las fiestas, pese a los problemas de organización y financiación. Llega la hora del balance para mejorar. Y el primer gran reto es darle vida a una corporación que se encargue del evento, para evitar inconvenientes. En eso están comprometidos el alcalde Pedro Suárez y el gobernador Carlos Mauricio Iriarte.