El escritor y gestor cultural Guillermo González Otálora nos presenta un nuevo, encantador y emocionante recorrido por la ciudad, donde el arte sigue siendo el gran protagonista para conocer la historia inédita y colectiva de Neiva a través de experiencias y encuentros ciudadanos. El escritor y gestor cultural Guillermo González Otálora nos presenta un nuevo, encantador y emocionante recorrido por la ciudad, donde el arte sigue siendo el gran protagonista para conocer la historia inédita y colectiva de Neiva a través de experiencias y encuentros ciudadanos. LA NACION sigue con la publicación de crónicas, análisis y entrevistas en torno a la celebración de los 400 años de fundación de Neiva. GUILLERMO GONZÁLEZ OTÁLORA Especial LA NACION Se ama lo que se conoce. Si tenemos la certeza que cada vez más el mundo se hace urbano, debemos conocer a Neiva. Este ejercicio de proponer a la Ciudad Capital del Huila como eje del Sur Colombiano, me ha servido para recibir de los amigos y de los enemigos palabras de agradecimiento por ‘re descubrir’ a la ciudad de Don Diego de Ospina para caminarla. Cecilia Anderson dice que “Para que las ciudades prosperen, para que sean comunicativas, estén vivas y para que funcionen como catalizadores de la vida pública es necesario estimular la participación cívica y el compromiso de la comunidad”. El arte público, la recreación, interpretación o intervención de y en la realidad, a través del filtro subjetivo del creador se ubica en el escenario urbano, configurando múltiples entramados simbólicos, en los cuales confluye la percepción del sujeto y la experiencia visual de la misma, dando lugar a la fusión entre el mundo de la representación artística y los hechos de la cotidianidad. En Neiva, como en otras ciudades del mundo, las obras de arte público han establecido en el paisaje urbano un territorio estético en donde se construyen las interacciones comunicativas, producto de la apropiación del objeto estético y la asunción de significados individuales y acuerdos colectivos. El esfuerzo en favor del arte público, importante en la intención de intervenir en la conciencia social como estimulante de la estética urbana, supeditada a la necesidad de consumidores que pasan al descuido y se detienen, acaso un solo segundo bajo el sol, a ejercer la más cruda y real de las críticas de arte, se convierte en un atractivo turístico que potencializa otros sectores para incentivar la industria sin chimeneas. Albeiro Castro me comentaba en cierta oportunidad, de la necesidad de convertir estos espacios públicos, en los que el centro de atracción es una obra de arte, en sitios de encuentro ciudadano para recrear la historia o simplemente para encontrar espacios lúdicos para continuar recorriendo a Neiva por las sombras. El Cristo del Peñón, de Emiro Garzón, y los amantes de Carlos Rojas nos recuerdan que el arte es una acción humana, desinteresada, que pretende unir al ser humano con su medio, desde sentimientos y emociones. La visita a estas obras de arte, me contó Orlando Caviedes, nos llenan de alegría. Nos recuerdan también que somos una raza mestiza acostumbrada a construir y a recibir al visitante para soñar con una nueva sociedad. En la escultura de Emiro Garzón, Pentagrama Musical, aprendemos a querer más a Álvaro Córdoba, a Héctor Álvarez, a Jairo Beltrán y a todos los compositores huilenses. Sería agradable encontrar allí la música de nuestra tierra, esos bambucos, esas rumbas, esos pasillos que hicieron bailar al abuelo Faustino Sandoval, quien prefirió salir de paseo para armar fiesta aparte con Rumichaca, Villamil e Inesita para esperarnos joropiando cuando nos unamos al grupo. Por el Parque Longitudinal del río Magdalena, podemos darnos un paseo y, por entre cachingos y el rumor del río Grande de Colombia, recordar que venimos de la Gaitana, campesinos y pescadores, como nos lo recuerdan las obras de Rodrigo Arenas Betancourt y de jácaro Me acompaña en este paseo Martha Elena Polanía, coordinadora del Museo de Arte Contemporáneo del Huila, para enseñarme la Lavandera y El espíritu del triunfo, encarnados en la obra de Emiro Garzón, que siempre han acompañado a los Huilenses, desde los Comuneros hasta las más reconocida obra literaria y artesanal para llevar el nombre de los huilenses a los escenarios internacionales, y que muchos de nosotros tenemos la suerte de ser hijos de lavanderas y campesinos huilenses. Naturaleza libre, Octavio Martínez Charry, nos recuerda la variedad de ecosistemas que nos rodean y el alegre bullicio que arman los loritos por el pasaje Peatonal José Eustasio rivera, hasta llegar a la Toma. Este recorrido se hace más agradable saboreando los ricos bizcochos de Achiras que se podrían encontrar en la ruta de este Caminarte. Madre Tierra, Jairo Plazas y los Petroglifos del Huila, Segundo Huertas, nos recuerdan el profundo apego que tenemos los huilenses por la tierra. Aquí comienza otro recorrido que nos lleva a pagarle penitencias a San Roque en Caguán, o a comer empanadas y a comprar frutas en La Ulloa, antes de llegar a los termales de Rivera, por una vía pavimentada que nos invita a disfrutar a Neiva desde la cercanía. El Obelisco de Aida Orrego que plasma los Rostros y ojos de la estatuaria de San Agustín y la Niña Tomando Vuelo, Emiro Garzón nos muestran el Centro de Convenciones José Eustasio Rivera en el que podemos realizar congresos, seminarios y hacer con ello otro motivo de visita a Neiva. Los Potros, del maestro Rodrigo Arenas Betancourt y el Parque de los Mitos, obras del maestro Segundo Huertas, nos recuerdan al escritor que llevó el nombre del Huila por todos los rincones del mundo y las leyendas que nos asustaron y que nos enseñaron a querer nuestras tradiciones. Neiva es una ciudad que expresa su virtud, su disposición y habilidad para hacer algo. Su arte, son manifestaciones de la actividad creadora mediante la cual expresamos la visión del hombre neivano, interpretando lo real y lo imaginario con recursos plásticos que son dignos de mostrarse y de gustarse con todo el orgullo de ser neivano. Es una lástima no poder contarles de todos y cada una de las obras de arte que nos detienen para soñar con una Neiva mejor. En el Parque de los Mitos, de la Estación del Ferrocarril, Tania Beatriz Peñafiel, invitó al cuentero Jorge Alvarado para contarnos que: “El Río de Colombia, el Magdalena, que riega todo el Huila es testigo. Ha visto en las noches de luna llena, una figura agitar sus aguas, enredar las atarrayas o entonar una nostálgica canción en su flauta de queco. Dicen los que saben, que el chamán de los Pijaos, el que curaba todos los males, se refugió en el río con la llegada de los españoles. Desde entonces vive en profundas cuevas, cuidando sus tesoros. Cuando se indigna, baja un rumor embravecido por los cañones, con las crecientes que arrastran todo lo que perturbe Algunas veces se torna juguetón, voltea las canoas de los pescadores y saca los peces de las redes . Se ve saltar de piedra en piedra, allá, a lo lejos, a la distancia, en donde sus cabellos largos, sus ojos indios y su piel morena, se confunden con los remolinos y las ramas de los árboles que rozan el torrente, a donde lleva las mujeres hermosas que algún boga ingenuo quiso conquistar al arrullo de las aguas. Allí vive el Mohán. Los que lo conocen, los que tienen trato con él, los que sacan muchos pescados para vender en el mercado, pescadores de mucho tiempo, los que saben en qué charco juega, en qué corriente espera, le llevan tabaco o aguardiente, a cambio de peces o el secreto del sitio para tirar las redes”.