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Todos a decir ‘gracias’

La Gratitud ejerce una fuerza maravillosa en la vida del ser humano. Pues cada cosa o logro obtenido es un regalo de la vida para contigo. Sin embargo, a veces todo se vuelve tan monótono que incluso, nos olvidamos de dar gracias por un nuevo despertar.

La gratitud no debería ser sólo una reacción natural por lo bueno que nos suceda, si no mucho más que eso.  Más que un acto de cortesía, “Dar Gracias” es una práctica que enriquece nuestra espiritualidad, es un estilo de vida y una expresión de fe.

Aunque no todo sea perfecto y se presenten inconvenientes en el diario vivir, siempre habrá sucesos por los que debes agradecer a tu Dios.  Aún en medio de las tempestades, descubrirás que un gesto de gratitud es muy provechoso, pues hay un dicho que dice que ‘después de la tormenta siempre llega la calma’.

 

‘Que dar gracias no sea solo un cuento’

Perder el miedo a agradecer

Después de muchos años de trabajo, un caballo estaba ya muy viejo y enfermo.

Su dueño lo llevó hasta lo alto de la montaña y lo abandonó a su suerte, para que llegara lo antes posible el día de su muerte.

El pobre potro se lamentaba día y noche:

– ¡Nadie se acuerda  en mí! ¡Nadie habla de mí! ¡Nadie viene a verme!  ¡Sólo el dolor me acompaña en mis agonizantes días!

Una langosta iba pasando cerca, al escuchar al pobre caballo, se detuvo a su lado y dijo:

– ¿En serio te importa que nadie se acuerde de ti? En verdad deberías alégrate por ello. ¡Cuánto diera por eso! De mí los hombres hablan mal todos los días y eso a mí me molesta.

– ¡En tu caso es diferente! –Respondió el caballo-. Los campesinos se acuerdan de ti porque les destruyes sus cultivos y hechas a perder sus cosechas.  Por eso hablan de ti con mucha  rabia, odio y miedo. Pero de mí deberían hablar con agradecimiento porque he trabajado con ellos y para ellos toda mi vida.

– ¡Ya Entendí! –dijo la langosta.  Cuando se trata de hablar mal, las personas nunca se cansan y  no  en paz  la lengua. Pero cuando se trata de agradecer y elogiar a los demás, se quedan callados. Ahora comprendo: el hombre conoce el rencor, pero no la gratitud.