La Nación
Y la paradoja continua… 1 20 mayo, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Y la paradoja continua…

Jorge Fernando Perdomo

El exterminio es un vocablo en lengua castellana que causa horror.

No solo por su significado conceptual, sino por la carga simbólica que la palabra tiene cuando acompaña titulares de masacres y matanzas generalizadas y sistemáticas.

Es decir, cuando la palabra denota genocidios que han conmovido al mundo y han cubierto de dolor a los habitantes de extensos territorios.

En la historia del hombre hay muchos episodios que atraviesan la vida humana con la guadaña del exterminio y que llevaron a la comunidad internacional a crear una corte penal internacional nacida de un estatuto concebido en Roma y que en su artículo 7 define como de delito de lesa humanidad el asesinato generalizado y sistemático de grupos humanos por razones etnicas, religiosas o políticas.

Desde la antigüedad pasando por la Edad Media hasta llegar a la Moderna y a la Contemporánea, el ser humano se ha matado sin misericordia y por la única causa de imponer una raza y una ideología o por creencias religiosas fundamentalistas y oscuras.

Comenzando el pasado siglo, los Armenios fueron sujetos del exterminio en Turquía, luego los Judíos en el holocausto que promovió el nazismo y, más recientemente, el genocidio contra la población Tutsi, en Ruanda, auspiciado por sus mismos hermanos de raza, los hutu. Y las masacres con propósitos exterminadores no han terminado.

Colombia no ha sido la excepción y, más bien, es un referente del dolor colectivo que producen los asesinatos en masa y de manera metódica.

En 1985, a raíz de los acuerdos de las Farc con el gobierno de Belisario Betancur en la Uribe, Meta, se creó la Unión Patriótica, un partido político que acogió las ideas guerrilleras y de otros sectores sociales como trabajadores, sindicalistas, intelectuales y ciudadanos del común que veían al movimiento recién creado como una oportunidad para la confrontación de las ideas, muy lejana del enfrentamiento armado, así en el fondo obedeciera a la estrategia de combinación de las formas de lucha para llegar al poder.

Pero, como la paradoja colombiana no ha superado la expresión concreta del odio, materializada en la venganza, la UP, en su primer año de existencia fue testigo del asesinato planificado y metódico de trescientos de sus miembros, comenzando un proceso delictivo de lesa humanidad.

Hoy, los ex guerrilleros de la Farc, metidos en la civilidad por un acuerdo de paz, con todas las inconsistencias que se le pueda reclamar, afrontan esa paradoja que debemos superar, pues es 80 veces preferible un ex guerrillero en la democracia combatiendo con el poder de la palabra, que en armas, causando dolor y sangre.

Así rechacemos su pasado y discrepemos ideológicamente, hay que protegerlos, como expresión legítima de un anhelo de paz, de humanidad y no podemos permitir que los sigan matando.