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Artilugio del año nuevo. Por Jorge Guebely

El comentario de Elías El año nuevo no es más que otro artilugio de origen político, una invención del calendario juliano de la Roma republicana, fiesta creada para posesionar anualmente a los altos mandatarios del Estado, los dos Cónsules. Práctica desaparecida durante mucho tiempo gracias a la proliferación de poderes absolutos, no había mandatarios a elegir ni a posesionar. Sin embargo, la supremacía de la cultura política conservó el engaño. Nada respetable había al final del año político, el año nuevo nunca trajo nada nuevo para los romanos ni para el mundo, excepto los dos nuevos  mandatarios con sus legiones de burócratas. Sus cónsules fueron casi siempre anodinos, repitieron las mismas recetas gubernamentales: servicio incondicional a los poderosos, pan y circo para los pobres, crueldad e insensibilidad social, altísima pobreza humana y de una conciencia retorcida en el barro. Sobresalían por las extravagancias y la construcción de alguna carretera. Así fueron devorados por los trogloditas del imperio: emperadores más crueles, más corrompidos, más ineficaces Ayer como hoy, sólo hubo expectativas para el año nuevo, optimismos para paliar el desengaño, ilusiones envenenadas que destilaban fracasos durante los doce meses y creaban el ánimo para reiniciar el rito macabro del primero de enero siguiente. Era así por ser artificio, sin ninguna relación con la Naturaleza, diferente al calendario lunar de otras culturas que celebraban el año nuevo en marzo con la primera luna llena de la primavera, iniciación de otro ciclo vital compuesto por primavera, verano, otoño, invierno. Movimiento circular del Universo: nacimiento, niñez, adultez, muerte; amanecer, día, crepúsculo, noche; renovación y eterno retorno Tampoco significaba ningún paso a ninguna parte, razón por la cual los cristianos conmemoraban mejor la pascua, el tránsito de la esclavitud en Egipto a la Tierra Prometida, igual si nunca fueron libres ni alcanzaron jamás la Tierra de Promisión. Hoy, la profusión de fuegos artificiales resulta muy significativa en la celebración del año nuevo: destellos de luces coloridas, devorados inmediatamente por la nada de la noche, quedando la vibración de una fantasía esplendorosa y frívola a la vez, sensación de una trampa metafísica, mensaje de inanidad. La política no es caldo que alimente al ser humano, sólo lo obnubila como los juegos pirotécnicos. Nadie quema un año viejo, nadie destruye un artilugio enraizado en la consciencia del 80% de la población mundial. Roma creó el muñeco y nosotros lo mantenemos vivo, la candela únicamente devasta sus trapos viejos. Sólo el fuego de una conciencia distinta y más humana podría demolerlo para siempre. lunpapel@gmail.com