La Nación
EDITORIAL

Corrupción en el Inpec

La fuga de Cristopher Chávez Cuéllar, ‘El Desalmado’, asesino de los cuatro niños en Caquetá, puso nuevamente al descubierto los graves problemas de corrupción en el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec).

La confesión del propio delincuente, quien admitió la complicidad de algunos guardianes, confirmó la existencia de una mafia enquistada en la entidad oficial y en la guardia penitenciaria.

Las revelaciones de Sandra Milena Alarcón, compañera de ‘El Desalmado’ y de su cómplice Nidia Cruz Manjarrez, quienes reconocieron que pagaron cinco millones para permitir la fuga ratifica lo que todo el mundo sospechaba. El escape fue concertado y rigurosamente planeado. Y por eso pagaron.

Cinco guardianes, un teniente, un capitán y tres dragoneantes facilitaron por plata la fuga del peligroso criminal. Según lo reveló  Julián Quintana, director nacional del CTI, los cinco funcionarios, por cinco millones le vendieron el alma al diablo, traicionaron la confianza pública y cayeron doblegados ante la tentación del dinero fácil.  
El caso no es nuevo. Tampoco es el único. Son muchas las denuncias que se han presentado en los distintos centros carcelarios del país. Este sigue siendo uno de los  peores cánceres del sistema penitenciario del país.

 
Las remisiones y los trámites en oficinas jurídicas constituyen algunos de los principales focos de corrupción. Los permisos no contemplados en los reglamentos penitenciarios se cobran caro.  

En las cárceles todo vale. Cada favor se paga con plata. Una ventaja frente a los demás reclusos cuesta dinero. Una celda, un mejor patio, un colchón, todo vale. El ingreso de teléfonos celulares, alimentos especiales, incluso drogas y licor, tiene su precio.

Las pachangas también cuestan. El pabellón especial de La Picota, por ejemplo, donde están recluidos parapolíticos, narcos y personajes caídos en desgracia, es un lujo que se paga con dinero. Un cupo cuesta plata. Incluso los brazaletes electrónicos, en los casos de detención domiciliaria, tienen su precio.

La corrupción en el sistema penitenciario no se soluciona con planes de mejoramiento como quedó consignado el año pasado. Con mucha razón, comenzó a revivirse la propuesta de liquidación del Inpec, para acabar de raíz, con un foco de corrupción, como existía en el viejo DAS.

 
“Los cinco funcionarios, por cinco millones le vendieron el alma al diablo, traicionaron la confianza pública y cayeron doblegados ante la tentación del dinero fácil”. 

EDITORIALITO

Dramática la situación que deben enfrentar los abuelos del barrio San Carlos. Los ancianos viven entre las basuras, las cucarachas y las ratas, sin que ninguna entidad oficial se conduela. ¿Hasta cuándo?