La Nación
El cantar de un caminante 1 14 mayo, 2024
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El cantar de un caminante

La música de Jorge Villamil Cordovez permite viajar por toda Colombia sin pagar pasajes ni utilizar pasabordos electrónicos. Basta rodar el elepé de la nostalgia o darle play al Ipod

Viaje a través de las composiciones que Jorge Villamil le dedicó al amor, a pueblos, regiones y personajes. Homenaje de La Nación al cumplirse tres años de la desaparición del maestro huilense.

Vicente Silva Vargas

Especial LA NACIÓN

La música de Jorge Villamil Cordovez permite viajar por toda Colombia sin pagar pasajes ni utilizar pasabordos electrónicos. Basta rodar el elepé de la nostalgia o darle play al Ipod del nuevo milenio para percibir al trovador que le cantó a pueblos, ciudades, paisajes, personajes, animales y tradiciones. Jorge Villamil Lo hacía como los artistas del Renacimiento que plasmaban con precisión la magia de un paisaje cierto o modelaban sin esfuerzos a una dama de ensueño. Su fórmula musical parecía sencilla pero no lo era: amalgamar en el mismo molde la palabra, la armonía y los sentidos para hacer flotar al oyente durante unos pocos segundos en escenarios fantásticos. Esta receta naturalista ?muy distinta a sus conceptos de galeno? hoy permiten degustar “el beso de la boca en flor de una morena”, oír las “plegarias de los viejos que se fueron”, oler “el perfume sutil de un amor que ya se ha ido”, ver “luciérnagas fugaces en la noche” y percibir “la brisa que viene del río”. Sin duda, era un artista de los sentidos. Al compás de los dieciocho ritmos que cultivó, el artista del Cedral lleva a cualquier viajero por los caqueteños llanos del Yariceño y desde allí lo desliza en un santiamén hasta la selva amazónica donde brota silvestre la Victoria Regia. Sus poesías hilvanadas con una música contagiosa, pueden transportar a una faena de coleo en el Arauca y ver el sacrificio del Rucio moro, pero también sirven para repasar la fascinante historia de la Tierra comunera de José A. Morales y hasta permiten degustar un trago paisa en el Balcón de la Sierra. Gracias a su don natural de componer mediante constantes silbidos que luego montaba en el tiple, un melómano también puede disfrutar el Parque Gallineral sin pasar por San Gil, desandar los pasos de Efraín y María lejos del Paraíso, entrar a Venezuela, por los lados de “Aguascalientes, Ureña y San Cristóbal” o extasiarse con la “Luna roja que saliendo va en el llano”, por allá en el Alto de Menegua. Sin moverse de casa, la magia de sus narraciones convierte al oyente en un múltiple Peregrino que venera en Las Lajas a La Mestiza, agradece en Buga al Milagroso y llega a Bogotá para pedir perdón al Señor de Monserrate. Las notas del médico que se definía como ‘analfabeto musical’, invitan a navegar las Aguas mansas que circundan a Barranquilla y, sin darse cuenta, trasladan a un mural que les dice a propios y extraños: Estás en Cartagena. Su cancionero Caribe es un deambular entre porros, cumbias y paseos que con títulos sugestivos —Matambo, El nopal, Gaviotas de Santa Marta o Fantasía sabanera— demuestran una gran versatilidad que lo llevó a ‘cometer un vallenaticidio’. Se trata de Tierra grata, paseo vallenato en el que el neivano, a manera de crónica, reta a su compadre Rafael Escalona —Rascalona— a componer un bambuco en acordeón. Sus canciones clásicas —interpretadas por artistas universales como Javier Solís, Soraya, Paul Mauriat, Nati Mistral, Vicente Fernández, Garzón y Collazos, Silva y Villalba, Los Tolimenses, Isadora y muchos más— son una mixtura del agreste paisaje colombiano y la deleznable condición humana. Él mismo lo decía: «Mis cantos son naturaleza en acción y no tienen nada muerto. Todo en mi obra está en movimiento». Un vistazo a su discografía lo confirma: las Espumas danzarinas del río, las pasiones transformadas en Llamarada, el Oropel como símbolo de la falsedad, Los guaduales que lloran como hombres, la tierra bonita que queda Al Sur del Pacandé, aquel nomeolvides llamado Me llevarás en ti, la Garza morena frágil y volátil y El Barcino que es alegría y violencia al mismo tiempo. Además de compositor, mal cantante, médico prestigioso, gremialista dedicado, dirigente deportivo, gestor de paz, godo progresista y frustrado candidato a senador, Villamil fue un decidido impulsor del Huila, tierra a la que cantó con infinita ternura y alegría desbordante. Lo comprueba su participación en la creación en 1961 del Festival Nacional del Bambuco, una gesta en la que trabajó con un puñado de neivanos de arriba y de abajo que creyeron en la necesidad de derrotar el ancestral aislamiento opita exhibiendo el sanjuanero como si fuera un preciado blasón. Hoy, esa danza campesina convertida en arte por Inés García de Durán y millares de reinas y bailarines y aquella enloquecida fiesta de cada junio, hacen parte del patrimonio colombiano. El Compositor de las Américas —título informal conferido en 1978 cuando la Asociación de Cronistas del Espectáculo de Nueva York lo escogió como el mejor compositor de Hispanoamérica— fue un hombre tan desprendido de los bienes materiales que en los días fulgurantes del éxito mundial de Llamarada rechazó el ofrecimiento de influyentes productores musicales para que viviera en Miami y se dedicara a fabricar canciones en serie para cantantes famosos. En este, como en otros casos en los que demostró su enorme capacidad para empobrecerse lícitamente, cumplió la máxima proclamada en La mortaja: “Cuando tú te mueras no te lleva nada, ni el novillo gordo ni la fina joya, sólo la mortaja”. Hace tres años ?en una lluviosa noche bogotana que marcó el final de febrero? decidió partir sin echar nada en las alforjas, ni siquiera la vestidura final de la que tanto ser burló. Un día antes ?lo confirmaron sus allegados? volvió a pedir que no lo sepultaran en el Cedral porque la hacienda ya no era de su familia y ordenó sin entrar en discusiones que sus cenizas, como si fueran sus canciones, viajaran por “la voz rumorosa del Magdalena”, aquel inmenso río en el que pescó amores, ahogó penas y cantó la alegría de su pueblo. “Además de compositor, mal cantante, médico prestigioso, gremialista dedicado, dirigente deportivo, gestor de paz, godo progresista y frustrado candidato a senador, Villamil fue un decidido impulsor del Huila”